¿Alguna vez te has acostado a la orilla de una playa y sentido como las
olas del mar golpean tus pies?, Así suele sentirse de vez en cuando mi camino
contigo, pues no siempre puedo tener certeza de si lo que estoy viviendo es un
sentimiento, un recuerdo, un sueño o un hecho.
Vivir. Quizás de ahí debo partir para saber lo que es mejor para los dos.
¿Lo mejor para los dos?, sonaría tonta la frase frente a un intruso, pero es
que desde este lado del mundo deseo sentirte como uno tan igual a mí que pueda
sentir y sufrir la agonía que significa amar. Pues aunque eres un perfecto
ejemplo de este sufrir, pareciera que mi mundo lo olvido con el paso del tiempo
y el oscurecimiento de los corazones humanos.
Pero formando parte de este, mi mundo; es que puedo diferenciar la
miseria y la plenitud en los hombres. Todos y cada uno de ellos representados
por sus propias historias, algunos viviendo un sueño, otros soñando para siempre y algunos pocos
viviendo verdaderamente la realidad. Hago memoria mientras escribo esto de aquel viejo y gruñón amigo que un día hablando sobre
los altos y bajos de la vida me dijera:
Tienes solo tres opciones en esta vida; ser
uno más del montón, apoyar el que las cosas sigan mal o hacer algo que verdaderamente
ayude a mejorar las cosas, pues aunque no lo escogieras, este es el tiempo y el
espacio que te ha tocado vivir.
Y ahí en medio de esa revolución de
ideas que se asemeja a las olas del mar, es que entiendo el sentido de una
divina comedia al referir que todo lo hecho en la vida resonará en la
eternidad. Pues algo que verdaderamente ayude, seguramente resonará con mayor
fuerza que cualquier otra postura. Pero ¿Cómo ayuda un pez a que el océano mantenga
su equilibrio?, ¿Cómo lo pequeño puede hacer que lo inmenso se convierta en su
igual?, ¿Cómo el sonido que nadie escucha en medio del inagotable ruido puede
convertirse en melodía?.
Pareciera que para cualquier
persona esto resulta imposible, y es verdad; pero las personas que viven en la conciencia
que brinda tu amor, tienen una oportunidad de las cuales carecen los otros. Tu compañía,
tu estar, tu silencio y tu voluntad. Estar en tu compañía viviendo con amor tus
dolorosos silencios para hacer tu voluntad, es la postura más compleja que
cualquier ser humano pudiera plantearse, pero a la vez la más llena de grandeza
en lo eterno.
No sé por qué te empeñas en
hacerme sentir lo que otros no se atreven, no sé por qué en medio de tantos,
justo a mi me dejas ver tu rostro que sonríe mudamente mientras extiendes tu
mano para intentar tocar la punta de mi dedo flojo y desinteresado. Entre tantos
grandes y maravillosos peces, tu tomas en misterio absoluto, la iniciativa de
sacar al más insignificante y simple de ellos del océano.
No puedo sentir como antes, no
puedo omitir lo de antes, no puedo seguir con lo de antes y aun así me sigo
sintiendo el mismo de siempre. Pues Como
el niño que no sabe dormirse sin cogerse a la mano de su madre, así mi corazón
siente tu compañía cada día de mis nuevos días. Pero ¿Cómo puedo yo tan
imperfecto, pequeño y lastimado ser una pluma en manos del escritor?, aún no
entiendo esto, y saber que existe una alta probabilidad de morir sin entenderlo me fatiga siempre
el pensamiento. Pues son muchas las heridas, los errores, y las torpezas con
las que nadé antes de dejarme caer en tus manos, antes de decidir amarte y
dejarme amar por ti.
¿Ves que son muchas las preguntas
que se pierden en el aire mientras hablamos como dos viejos amigos?, es que aun
no me acostumbro a esto de vivir, pues siempre consideré que estaba vivo, aun sintiéndome
inquieto por tu mano paseándose sobre las aguas de mi mundo, creía vivir. Hoy sé
que soñaba, de un modo distinto al que siento ahora cuando te pienso en la
orilla de una playa ilusoria.
Me cuesta seguirte, me cuesta
amarte, porque hacerlo equivale a vivirte y para poder hacerlo paradójicamente debo
morirme. Morirme en mis antiguos anhelos, gustos y deseos es afrontarme a un
enemigo muy astuto y sabio, que me conoce poco en mis virtudes pero
perfectamente en mis debilidades. YO MISMO
Padre mío, Dios mío, ¿a dónde me
dejarán todas estas renuncias por ti?, ¿a dónde conduce este camino de rosas
blancas tan bello que cambian su color cuando sus espinas hieren mi caminar?, ¿Qué
me esconden tus misterios e ideales?, ¿Qué significa la mujer inmensa sostenedora de báculo y corona de espinas para mí?; Siento un inmenso temor que cada
día se une a mi alegría por lo que vendrá, así como un inmenso dolor ante la
ausencia de tulipanes que llenen el jardín de la casa de al lado donde tu un
día me dejaste sembrar. Extraño al sol que los bañaba y que nunca pude ver por
su incandescente poder. Y aun así, tengo una extraña sensación de llenura, de compañía,
de cercanía a todas estas cosas, que me hacen sensible a todo lo que me rodea,
como estas olas de pensamiento que golpean mis pies, en las noches en que me
acuesto en la orilla de la playa, a pensar en ti.
Estoy vivo, sigo siendo el mismo, pero me
estoy muriendo y ya nada me resulta igual que antes.
No tengo otra opción que confiar en ti, mi
amado Dios.