Querida
Anastasia, disculpa de antemano la elección de un título tan peculiar para
responder a tus pasadas líneas, pero considero que tu extraño vivir no es único
en este mundo tan grande, podríamos ayudar a alguien que lo necesitara, apartando,
claro, lo mucho que me encanta hacer de una historia personal un cuento público,
no solo porque en él libero mi pensar, sino por la cantidad de ojos morbosos
que leen estas líneas para buscar fundamentos que les permitan levantar un
juicio valorativo o criticar lo que creen saber de mí. ¡Pobres almas!
No sé cuántas
veces leí con preocupación tu carta donde relatabas con absoluta naturalidad lo
que hoy acontecía en tu fantástica vida, a decir verdad tenía mucho tiempo sin
saber de ti. Cuánto has cambiado desde aquella vez cuando soñabas con ser
veterinaria. Cuánto has cambiado desde aquella vez que moldearon tus gustos
para ser abogada, sin duda la vida da muchas vueltas (yo soy un enorme ejemplo
de ello), pero nunca imaginé que cambiara tanto tu manera de concebir el mundo
y eso que llamamos felicidad.
Cuando eras
niña soñabas con ayudar a las demás personas de alguna manera, luego pensaste
que siendo este mundo tan convulsionado y cruel lo esencial era ser alguien
importante y poderoso, uno de estos pintorescos personajes a los que la
sociedad teme y admira. Hoy te encuentro tan confundida y perdida que hasta
muestras plena seguridad sobre tu extraña manera de llevar la vida, consideras
ofensivo que alguien se atreva a levantar una crítica o proponer un consejo,
pues quién no ha levantado el famoso estandarte de «Es mi vida y hago con ella lo que quiera», por lo que considero
vital, para que continúes leyendo, que entiendas que aunque eres libre de hacer
cuanto consideres justo, no puedes evitar que tus decisiones afecten de algún
modo a los que se relacionan contigo, no me culpes de esto, culpa a quien un
día te soñó y pensando en su semejanza hizo de tu amorfa estructura una
maravillosa obra de arte que se realiza en comunidad, que es relacional por
naturaleza, que solo puede verse a sí misma en los ojos de otro.
Hoy en día te
resulta tan natural contar cómo fue que te convertiste en una experta en los
juegos del amar, astuta y sagaz para obtener lo que quieres, peor aún,
completamente convencida de saber perfectamente que es «eso que quieres». En tu inigualable poder habrías hurtado el amor
de un chico que ya tenía a quien amar, convenciendo su desgraciada mente de que
tú eras mejor opción que su actual relación para aquel entonces; a fin de
cuentas, ¿quién pudiera igualarte? Pero pasó que con el correr de los días
quien hurtó tomó el puesto de quien fue hurtado, y quien mintió tomó el puesto
de quien fue engañado; ¿no te parece fantástico esto?, ¿no consideras que la
vida siempre te encara con tus propias decisiones? Tú ahora eres como ella, esa
afortunada a quien le fue arrebatado lo que un día tuvo, te has cansado de
ése con quien compartes la habitación, porque lejos de lo extraordinario de
algunos actos, es tan monótono como cualquiera de esos hombres que condenan a
sus esposas a la felicidad de apariencia. Él ahora es como ella, creyendo que
la monotonía se supera fingiendo demencia, es engañado cada vez que se presenta
una oportunidad de tu parte.
Admito que una
parte de mí siente curiosidad en conocer la actual vida de aquella chica a
quien lograste superar, ¿crees que también forme parte de este juego vicioso de
amores a conveniencia? Ahora bien, resulta tan llamativo ver que quien ocupa el
lugar de tu pareja en su ausencia es también casado, que no puedo evitar pensar
en el futuro de todo esto, cuando todo se revele, cuando en el caminar de la
vida quién engañó descubra que es engañado y que toda capacidad racional dada
por amor a los seres humanos fue superada por las pasiones desordenas que claman
autonomía ante la trascendencia.
Querida
Anastasia, sigo viendo en tu pasada carta que sigues siendo aquella niña que un
día conocí y la sociedad cambió, aunque te escondes detrás del vestido de esa
súper mujer que formaste para los ojos de los demás, aun puedo ver a la niña
que sueña con el amor, que se ve reconocida y feliz, que mira hacia un mañana
con los ojos cargados de maravillosas aventuras que acaban con un «y vivieron felices para siempre». Me
pregunto ¿qué será eso que nos impulsa como humanos a tomar las decisiones que
sabemos no nos harán felices? porque sigue existiendo hoy en día (incluso con
mayor fuerza), tal cantidad de personas que sueñan con un feliz mañana pero
tienen por filosofía vivir solo el sensitivo presente, ¿será que los estudiosos
se equivocaron cuando afirmaron que los humanos somos seres proyectivos?, o
sea, que pensamos, lo queramos o no, en lo que vendrá y no solo en lo que
acontece ahora.
«La vida es una sola y hay que disfrutarla
al máximo», esta es la frase de tu corriente filosófica que, aunque no lo
creas, no es nueva en el mundo, pero después de escuchar tantas historias he
llegado a pensar que solo la dicen los niños que ya no quieren sentirse niños,
es como un escape a la responsabilidad de sus actos en el mundo, una estupenda
liberación de tener que responder al porqué con el paso de los años su
presencia en la tierra es tan insignificante como la de cualquier insecto.
Vivir
el presente es similar a caminar en la playa con los brazos extendidos y
percibir al mundo como parte de tu cuerpo, una increíble experiencia que nos
hace sentirnos vivos como los coautores de la creación, pero esto solo es
posible si tomamos en cuenta que no estamos solos en este caminar, que nuestro
breve paso por esa playa dejará huellas que otras personas mirarán y se
preguntarán por el autor de las mismas. He comprendido que muchas desdichas de
algunos hombres y mujeres se deben a que siguen siendo niños en su manera de
ver al mundo, siguen pensando que todos los juguetes del mundo deben ser para
ellos, son egoístas y pasan sus vidas utilizando a personas para que llenen sus
rincones vacíos, deben obtener lo que, según ellos, necesitan para ser felices,
como sea, sin importar lo que cueste.
Más tarde o
temprano el día en la playa fenece y toca mirar atrás y ver nuestras huellas en
la arena, estas personas se encuentran con la terrible sensación de infelicidad
y soledad, pues nada de lo que poseen los satisfacen; ¿la razón?, la felicidad
se obtiene dando, no pidiendo. Se obtiene pensando en los otros para que en el
reflejo de sus ojos podamos vernos a nosotros mismos. No te resulta bello, mi
querida Anastasia, lo que logra un joven matrimonio cuando tienen a su primer
hijo por amor; uno solo no puede amar porque sería un narciso, donde hay dos
existe el amor, pero no puede ser pleno puesto que entre ambos se cierran y se
tornan egoístas (en muchos casos posesivos), pero cuando nace el bebé, ese
tercero, producto de que ambos han mirado más allá de sí mismos, su felicidad
da un giro de 180° y ya dejan de pensar en sí mismos para pensar en el otro y
encuentran la felicidad que antes no podían ver de un modo mucho más puro y
pleno. Que curiosas las analogías que nos permiten acceder a un Dios amor, a un
Dios cercano que camina a nuestro lado y nos aguarda al anochecer en esta playa
maravillosa que es la vida.
Muchos son los
niños que sueñan con ser adultos infelices, muchos son los adultos que niegan
ser niños, muchos son quienes caminan por la playa sin dejar huellas pues las
olas las arrebatan de inmediato. ¿Eres tú, Anastasia, una niña que sueña con
ser una mujer infeliz?
P.D.: Toda historia por turbia
que parezca puede terminar con un final feliz (de esto estoy seguro) pero eso dependerá
del momento en que entendemos que debemos cambiar las líneas presentes.