domingo, 27 de noviembre de 2011

MELODÍA DE NAVIDAD


Ya falta poco para la navidad, periodo en que las personas no pueden evitar sentirse invadidas por los recuerdos y las sensaciones características de la época junto a sus vivencias personales con ella. Pero anoche, inicio del “Adviento” un recuerdo invadió mi mente, uno que se hizo lucido mientras observaba un pesebre ser bendecido y dar así inicio al periodo de preparación para la navidad.

Hace muchos siglos atrás en un lejano pueblo de mi imaginación, una madre sufría por el abandono repentino de su esposo, estaba acostumbrada a tenerlo todo, nunca faltaba nada para ella y sus hijos, su manera de vivir soñada había convertido sus nociones de realidad en una fantasía de amor perfecta, donde el esfuerzo y la mortificación por el mañana eran un poco más que simples y lejanas referencias de vidas vecinas. Pero una tarde todo cambio, y el vasto imperio de cristal se desvaneció como la arena que arrastra la brisa a su paso, todas las promesas de amor se hacían efímeras en su corazón de la manera más cruel, de la manera más fría. Sus ojos le mostraron a su alma el verdadero significado del desamor, sus manos embravecidas, la frustración de sus días de gloria, su quebrantada voz, la aguda desesperación por el cielo negro que se avecinaba en la próxima alba.

Aquella mujer en poco tiempo había aceptado la realidad, ahora estaba sola en el mundo, con solo sus tres hijos y un montón de pocos gratos recuerdos con sabor a lágrimas. Sabía muy bien que tenía que enfrentar al mundo con lo único que poseía, su “pleno amor por sus hijos”.

Los días pasaron, y la oscuridad del cielo se posó sobre ellos, entro por la puerta la necesidad y se hospedo en la habitación la escases, la noche trajo consigo la ausencia de luz más que la de una vela encendida, el amanecer dejaba en su regazo un sinfín de deudas y el miedo y la desesperación se apodero de aquella noble mujer. Vio con absoluto dolor a sus hijos esperar el pan de cada día, dejo de llevarse lo poco que tenía a la boca por alimentar sus pequeños cuerpos, y las monedas en sus bolsillos estaban tan contadas que avecinaban tiempos más difíciles. Sus hijos dejaron de estrenar ropa nueva, y jugar con juguetes nuevos, sus recuerdos más preciados que poseían valor monetario se fueron por el canje de la necesidad, las mentiras piadosas y las falsas sonrisas se convirtieron en su dieta principal a fin de que sus inocentes hijos no vieran la crueldad de la realidad. Y en medio de tanta desesperación, la oración en un Dios que había permitido tanto dolor se convertía en su desahogo y escape más grande.

Y fue una noche cercana a la navidad donde admirando aquel humilde pesebre que había hecho con sus hijos para conmemorar el nacimiento de su Dios, oraba con gran intensidad para mantener viva en medio de sus lágrimas sus esperanzas. Y de pronto como si lo sobrenatural se apoderara de aquella habitación, una dulce y suave melodía comenzó a sonar proveniente aparentemente de aquel pesebre, y por más que busco el origen del mismo no lo hayo.

Así que en medio de su asombro y su dolor fue pronto a levantar de la cama a sus tres hijos, y abrazándolos con el más tierno, puro y tibio amor se sentó con ellos en el frio suelo frente aquel nacimiento creador de música. Los minutos pasaron y la melodía lleno los corazones de aquel hogar, durmiendo lentamente en los brazos de su madre, al menor de los tres hijos, mientras sutilmente se desvanecía en el aire aquella bella melodía, las lágrimas se secaban en su rostro para darle importancia ahora al fuerte latido de su corazón.

Pero el tiempo paso, y su Dios le explico la necesidad de su dolor y esfuerzo. El calendario dejo caer sus hojas una y otra vez, y aquella familia rota se levantó con el sudor de sus frentes, con sus pequeños aportes, con sus grandes sacrificios, con sus sonrisas y lágrimas construyeron una escalera de esperanza que conducía a la felicidad.

El menor de sus tres hijos solo concibió la realidad que vivió cuando tuvo conciencia de su entorno y vio que mama en su condición humana se equivocaba, y no tenía las respuestas a todo como él creía, que ahora era para él una mujer llena de ternura que guardaba en sus ya débilesmanostodo un universo de sacrificios y esfuerzos, que era pilar fundamental de su vida, que había dejado grabado en el las más grandes enseñanzas de bondad, piedad, unidad, caridad y amor; que era resumida en pocas palabras como……

Y así como así mi mente volvió de aquel recuerdo imaginario, y estaba de nuevo ahí, parado frente la bendición de ese pesebre, con el corazón latiendo en la garganta y la mirada firme en él, esperando que por alguna razón saliera de aquel nacimiento, una bella y dulce melodía que junto al olor característico de la navidad, trajera a mi mente la plenitud de sentir en mi piel aquel calor de amor que en el pasado abrigo mi recuerdo de niñez, hasta regalarme la inigualable experiencia de dormir en los brazos de mama. 

Pero basto poco tiempo para sumir la realidad, ahora estaba lejos de casa, y el calendario había marcado más de un par de meses sin haber visto a esa rota pero bella familia, ya ese Dios al que tanto pidió aquella mujer había dado a conocer parte de su plan, y en medio de mi pensamiento con un sublime susurro, revelo a mi mente la necesidad de aquel pasado para la realización de este presente. Era el dolor sufrido por el mortal que más me amaba, lo que daría a mi alma la verdadera concepción de lo que era amar y entregar la vida por otros, quitar de mis labios el pan que deseaba por otros, dejar a un lado mis metas de niño, mis anhelos propios, mis deseos y costumbres, todo por otros.

Y la melodía del pesebre se hizo viva en mi corazón, que latió sin acelerarse pero con enorme fuerza en mi pecho, recordándome que solo estoy en el inicio de lo que será una enorme entrega de amor, que todo lo que soy lo soy por aquella mujer, que todo lo que haga en mi vida tendrá como recompensa algún día a la hora de mi muerte, volver a sentir esos tibios brazos de amor en los que mis ojos felices apagaran el último reducto de vida de mi cuerpo y mi corazón dirá desde lo más hondo de su sentir:

GRACIAS POR NUNCA RENDIRTE, PUEDO VOLVER A ESCUCHAR ESA MELODIA DE NAVIDAD.

lunes, 1 de agosto de 2011

YO SOY CRISTINA FREITTES

           Yo soy cristina Freittes… Mmmm ¿Yo soy?, ¿Quién soy? Como si fuera tan fácil contestar esas preguntas, mejor me limitare a decir “A mí me llaman Cristina Freittes”, si así como lees me llaman y no me llamo porque ahora entiendo estando donde estoy, que puedo ver lo que otros no ven, y es que el ser humano no se llama así mismo sino que lo llaman, siendo asi siempre y en todo momento.
Hace 14 años tuve mi primer llamado, no recuerdo mucho desde entonces solo el estado de absoluta paz y seguridad en el que me sentía, era como tener ese agite en el corazón cuando vez a la persona que te gusta pero elevado al infinito, todo a mi alrededor carecía de sentido humano, no existían las paredes pero si los limites, no existía el hambre ni la sed pero si la necesidad de sentirse nutrido y saciado, yo vivía en esa plena felicidad que algunos llaman cielo y tenía por padre al mismo que tienes tu y cada hombre en el mundo.
Hablando en algún momento con él, me dijo que me había mandado a llamar para una labor especial, que yo serviría para cumplir su voluntad en donde los seres humanos han perdido la nobleza, la humildad, la sencillez y la sensibilidad; que yo seria de sus hijos uno muy especial, y de pronto, como si la palabra especial apagara su hermoso rostro junto aquel sentimiento de paz, sentí como caía rápidamente por un abismo y me perdía en las sombras, tuve lo que tiempo después entendí como La primera vez en la que sentía Miedo.
No sabía dónde estaba, solo que me sentía como nadando y algo apretada, ya no podía correr ni sentir ese acostumbrado olor a galletas recién horneadas típico de mi puesto en el cielo, escuchaba voces continuamente y a veces las paredes de aquel extraño lugar se encendía con una luz penetrante, o se apagaban con lo que parecía una mano deslizándose en la parte exterior de la pared. Escuchaba música de cuando en vez, sonrisas y llantos, una que otra discusión y el sonido del agua bañando el exterior de mi recinto.
Una tarde sentí como si abrieran una compuerta donde se salía el aire, fue todo un caos, escuchaba llantos y gritos, la desesperación humana en su máximo esplendor, podía ver una luz muy fuerte y unos enormes dedos que se abalanzaban sobre mi cabeza. Y ahí, justo ahí sucedió la voluntad de mi padre, aquellas manos cubiertas de blanco me apretaban con gran fuerza, creía supongo que me caería o que no saldría de mi hogar, y apretó de tal manera mi cabeza que sentí por un momento un fuerte ruido en mis oídos y la imagen de mi padre que me sonreía y me invitaba a salir. Eso que llaman dolor, yo lo sentí de un modo desesperante.
Así que todo fue segador, veía hombres y mujeres con sus caras tapadas de azul y sus manos cubiertas de blanco, pero poco a poco esa visión se difuminaba en el viento, veía muchos puntos de colores arrebatarme la visión y como ahora mi débil cuerpo perdía toda reacción y sensibilidad. Y ahí estaba otra vez, en mi amado cielo, con mi amado padre, sin entender nada de lo que había sucedido.
El comenzó a caminar, por un lugar que quienes lo conocemos le llamamos “El camino de las lagrimas” y me hablaba sobre los dos humanos que serian mis padres terrenales, me decía que el hombre que ahora llamaría padre seria Militar, de carácter fuerte, soberbio, orgulloso y arrogante, con dinero y una buena posición en lo que los hombres llamaban sociedad. Mi madre al contrario era una noble mujer, sencilla y dulce; El me dijo que a través de ella se estaría comunicando conmigo. Y nuevamente todo volvía a ser oscuridad, me sentía perdida  cayendo en un abismo oscuro.
Al abrir los ojos pude verme encerrada en una caja de cristal, con cables, luces y aparatos en mi cabeza y sobre mi pecho, me sentía confundida, mareada, aturdida. Luego cerré los ojos y desperté en un cuarto de color rosado, con muchos adornos y juguetes, una mujer me observaba junto a un fornido hombre, ella con sus ojos llenos de lágrimas y su acompañante con mirada triste y perdida puesta en mi.
Cada día de mi vida desde entonces se convirtió en un reto distinto, me sentía inútil, sin poderme mover con libertad, incluso el movimiento más simple me costaba, solo podía llorar y llorar a fin que me atendieran. Era una niña muy delgada y pequeña, frágil como el cristal, mis padres lloraban mucho, a veces se alejaban como para que yo no lo notase aun siendo tan pequeña; los familiares, amigos y allegados me observaban sonreían y algunos se les congelaba la sonrisa, me miraban estupefactos, con rostro de interrogantes, algunos con expresiones de asco disimuladas, yo no podía entender nada de lo que sucedía.
Fui a visitar muchos hombres  vestidos de blanco, quienes me colocaron muchos cables en la cabeza, inyecciones muy dolorosas, sustancias de un horrible sabor, me tocaban con círculos fríos en mi pecho y hablaban en infinitos términos que no podía comprender.  Según ellos,  yo había sufrido de un derrame cerebral al momento de mi nacimiento, producto de un error humano no detectado a tiempo o algo así, mi cerebro ya no funcionaba bien, no coordinaba mi pequeño cuerpo de la manera correcta, enviaba información errada a mis bracitos y piernas, nunca podría entender con claridad a los demás humanos, no crecería a la misma velocidad, no podría jamás hablar con claridad sino un montón de ruido sin aparente sentido, casi todos destinado a las quejas, no podría comer libremente sin riesgo de asfixiarme, mis ojos se encontrarían perdidos en un solo punto, mi corazón seria frágil y débil hasta mi muerte, y no podría caminar nunca, ni correr como lo hacía junto a mi padre en el cielo.
Así pasaron los años, mi mama decía siempre que era una niña muy especial y que me amaba mucho, pero solía llorar mucho, mi papa apenas y me miraba, creo que en ocasiones lo hacía por compromiso, supongo que me culpaba por arruinar su vida, ya no era tan buen posicionado en la sociedad, y sus riquezas se habían malgastado en la infinidad de visitas a los hombres de blanco a los que me llevaron. La gente me miraba con lastima, algunos evitaban verme, y los otros niños me miraban con asco. Mama solía correrlos de casa y abrazándome me decía que aquello era producto de otras madres que no inculcaron valores en ellos y por eso no podían ver mi belleza, mi nobleza y lo especial que era. Me sentía triste, por vivir así.
¿Por qué si Dios es bueno, había permitido que esto pasara?, ¿Por qué me había arrebatado la felicidad para enviarme a sufrir y a sentirme tan despreciada? No era justo, porque madres que no quieren a sus hijos les enviaba niños normales y a mi madre que tanto había esperado por mí, permitía que esto nos sucediera. A veces se me salían lagrimas cuando intentaba comer ya que mi cabeza ahora carente de control por mi cuello era incapaz de sostenerse por mucho tiempo fija botando así la comida; Mi mami me limpiaba, me besaba y decía que no me preocupara, intentaba volver a robarme una sonrisa con inventos de aviones y trenes en la cuchara, yo intentaba no dejar correr una lagrima pues ella se derrumbaba como un castillo de naipes. Mi padre del cielo me había abandonado, me había hecho sufrir en la soledad, me dolía tanto ver la cara de asco y desprecio de los demás hombres por mí, que dura y dolorosa es ver la vida de una niña en esa cruel silla de ruedas y con la cabeza fija en un punto.
Pero los días siguieron pasando y con ellos el incesante amor de mi madre, mi papa pasaba ahora más tiempo conmigo, mami decía que la ausencia de banalidades y ruido de amigos falsos lo habían ayudado a saber lo importante de la vida, yo no entendí mucho pero eso dijo ella. Me inscribió en una escuela de niños como yo, ahí eran católicos; conocí a Luis Daniel quien sufría de algún tipo de síndrome que lo hacía especial como yo, Carlitos quien le costaba quedarse quieto y movía la cabeza para todos lados, era algo gracioso después de todo, Alejandra y Claudia quienes eran Sordo Mudas y siempre me hacían cariño en el cabello, junto a ellos y mis profesoras encontré por extraño que parezca y en algunas ocasiones aquel peculiar olor a galletas recién horneadas.
Me enseñaron  poco a poco quien era Dios y su iglesia, mi madre solía decirme que nada ocurre en la tierra sin que dios lo permita, incluso lo que los hombres consideran malo, y que eso lo hacía por amor, porque si no les permitiera actuar con libertad entonces no los amaría sino que serian sus esclavos jejeje, que raro suena ¿No? Pero así decía mama. Me dijo que me preparaba para recibir la comunión, que sería estar plenamente con él, que podría hablarle, y sentirlo, que podría escucharlo siempre y cuando tuviera fe y me concentrara en el. Que yo era especial, porque él había deseado que así lo fuese, porque si yo no existiera los humanos no se compararían, mis maestras no tuvieran un trabajo donde se sintieran útiles y a gusto, cada doctor que me vio, no hubiese aprendido algo ni sentido sensible su alma, que había servido para que papa encontrara el norte de su vida y que yo era eso que el mundo necesitaba para respirar ante tanto odio y maldad, que yo era sin duda “Una Niña Especial”.
Al fin llego el día de la comunión, recuerdo me vistieron de blanco y me sentía algo tímida, ya no culpaba a Dios, mi mami me había enseñado que él era justo y me amaba, que en mi, había soplado alma y espíritu con la misma ternura como lo soplo en cualquier ser humano. Así que  después de escuchar a un hombre con ropa larga hablar un buen rato, me condujeron en mi silla de ruedas, yo observaba el techo por mis carencias y veía palomas revolotear, sentí que me levantaron de la silla y el hombre aquel, apuntaba en sus manos un círculo blanco a mi boca  junto a las claras palabras “Cuerpo de Cristo” yo en mi deformada voz respondí Amen. Como me lo habían enseñado, y entonces todo desapareció, todo cambio, todo ruido se silenció y quede inundada por olor a galletas, parada en aquel lugar sin paredes justo frente a él.
Impresionada, al verme en movimiento, libre y perfecta tal un día fui, solo lo abrase y le di las gracias, el me miro y me dijo:
-        Mi Hijita amada, tu eres mi voluntad y el reflejo de mi amor para los hombres. Por ti, en algún lugar de esa iglesia se encuentra otro de mis hijos, el escribirá algún día tu historia puesto le has robado el corazón, escribirá con mi compañía a su lado para que otras almas hijas de mi amor, te conozcan y me vean reflejado en ti Cristina, en el escritor de tu historia, en los que leen, en los que aman, en los que me juzgan, en los que me ignoran, en los que me olvidaron, en los que me utilizan, en todos por los que tanto sufro. Ve con tu Madre y recuerda siempre verme en sus ojos.
Y así volví sin darme cuenta a los brazos de mi madre, ya hoy han pasado años desde entonces y me encuentro en la misma iglesia camino a que un hombre de gorrito confirme mi amor por mi Padre, espero verlo pronto ya sea en persona o a través de tus ojos dueños ahora de mi historia.

¿Yo soy?....  Mmmm a mí me llaman Cristina Freittes tan hija de dios como tú.

Dedicado a todos los niños especiales del Mundo.