Ya falta poco para la navidad, periodo en que las personas no pueden evitar sentirse invadidas por los recuerdos y las sensaciones características de la época junto a sus vivencias personales con ella. Pero anoche, inicio del “Adviento” un recuerdo invadió mi mente, uno que se hizo lucido mientras observaba un pesebre ser bendecido y dar así inicio al periodo de preparación para la navidad.
Hace muchos siglos atrás en un lejano pueblo de mi imaginación, una madre sufría por el abandono repentino de su esposo, estaba acostumbrada a tenerlo todo, nunca faltaba nada para ella y sus hijos, su manera de vivir soñada había convertido sus nociones de realidad en una fantasía de amor perfecta, donde el esfuerzo y la mortificación por el mañana eran un poco más que simples y lejanas referencias de vidas vecinas. Pero una tarde todo cambio, y el vasto imperio de cristal se desvaneció como la arena que arrastra la brisa a su paso, todas las promesas de amor se hacían efímeras en su corazón de la manera más cruel, de la manera más fría. Sus ojos le mostraron a su alma el verdadero significado del desamor, sus manos embravecidas, la frustración de sus días de gloria, su quebrantada voz, la aguda desesperación por el cielo negro que se avecinaba en la próxima alba.
Aquella mujer en poco tiempo había aceptado la realidad, ahora estaba sola en el mundo, con solo sus tres hijos y un montón de pocos gratos recuerdos con sabor a lágrimas. Sabía muy bien que tenía que enfrentar al mundo con lo único que poseía, su “pleno amor por sus hijos”.
Los días pasaron, y la oscuridad del cielo se posó sobre ellos, entro por la puerta la necesidad y se hospedo en la habitación la escases, la noche trajo consigo la ausencia de luz más que la de una vela encendida, el amanecer dejaba en su regazo un sinfín de deudas y el miedo y la desesperación se apodero de aquella noble mujer. Vio con absoluto dolor a sus hijos esperar el pan de cada día, dejo de llevarse lo poco que tenía a la boca por alimentar sus pequeños cuerpos, y las monedas en sus bolsillos estaban tan contadas que avecinaban tiempos más difíciles. Sus hijos dejaron de estrenar ropa nueva, y jugar con juguetes nuevos, sus recuerdos más preciados que poseían valor monetario se fueron por el canje de la necesidad, las mentiras piadosas y las falsas sonrisas se convirtieron en su dieta principal a fin de que sus inocentes hijos no vieran la crueldad de la realidad. Y en medio de tanta desesperación, la oración en un Dios que había permitido tanto dolor se convertía en su desahogo y escape más grande.
Y fue una noche cercana a la navidad donde admirando aquel humilde pesebre que había hecho con sus hijos para conmemorar el nacimiento de su Dios, oraba con gran intensidad para mantener viva en medio de sus lágrimas sus esperanzas. Y de pronto como si lo sobrenatural se apoderara de aquella habitación, una dulce y suave melodía comenzó a sonar proveniente aparentemente de aquel pesebre, y por más que busco el origen del mismo no lo hayo.
Así que en medio de su asombro y su dolor fue pronto a levantar de la cama a sus tres hijos, y abrazándolos con el más tierno, puro y tibio amor se sentó con ellos en el frio suelo frente aquel nacimiento creador de música. Los minutos pasaron y la melodía lleno los corazones de aquel hogar, durmiendo lentamente en los brazos de su madre, al menor de los tres hijos, mientras sutilmente se desvanecía en el aire aquella bella melodía, las lágrimas se secaban en su rostro para darle importancia ahora al fuerte latido de su corazón.
Pero el tiempo paso, y su Dios le explico la necesidad de su dolor y esfuerzo. El calendario dejo caer sus hojas una y otra vez, y aquella familia rota se levantó con el sudor de sus frentes, con sus pequeños aportes, con sus grandes sacrificios, con sus sonrisas y lágrimas construyeron una escalera de esperanza que conducía a la felicidad.
El menor de sus tres hijos solo concibió la realidad que vivió cuando tuvo conciencia de su entorno y vio que mama en su condición humana se equivocaba, y no tenía las respuestas a todo como él creía, que ahora era para él una mujer llena de ternura que guardaba en sus ya débilesmanostodo un universo de sacrificios y esfuerzos, que era pilar fundamental de su vida, que había dejado grabado en el las más grandes enseñanzas de bondad, piedad, unidad, caridad y amor; que era resumida en pocas palabras como……
Y así como así mi mente volvió de aquel recuerdo imaginario, y estaba de nuevo ahí, parado frente la bendición de ese pesebre, con el corazón latiendo en la garganta y la mirada firme en él, esperando que por alguna razón saliera de aquel nacimiento, una bella y dulce melodía que junto al olor característico de la navidad, trajera a mi mente la plenitud de sentir en mi piel aquel calor de amor que en el pasado abrigo mi recuerdo de niñez, hasta regalarme la inigualable experiencia de dormir en los brazos de mama.
Pero basto poco tiempo para sumir la realidad, ahora estaba lejos de casa, y el calendario había marcado más de un par de meses sin haber visto a esa rota pero bella familia, ya ese Dios al que tanto pidió aquella mujer había dado a conocer parte de su plan, y en medio de mi pensamiento con un sublime susurro, revelo a mi mente la necesidad de aquel pasado para la realización de este presente. Era el dolor sufrido por el mortal que más me amaba, lo que daría a mi alma la verdadera concepción de lo que era amar y entregar la vida por otros, quitar de mis labios el pan que deseaba por otros, dejar a un lado mis metas de niño, mis anhelos propios, mis deseos y costumbres, todo por otros.
Y la melodía del pesebre se hizo viva en mi corazón, que latió sin acelerarse pero con enorme fuerza en mi pecho, recordándome que solo estoy en el inicio de lo que será una enorme entrega de amor, que todo lo que soy lo soy por aquella mujer, que todo lo que haga en mi vida tendrá como recompensa algún día a la hora de mi muerte, volver a sentir esos tibios brazos de amor en los que mis ojos felices apagaran el último reducto de vida de mi cuerpo y mi corazón dirá desde lo más hondo de su sentir:
GRACIAS POR NUNCA RENDIRTE, PUEDO VOLVER A ESCUCHAR ESA MELODIA DE NAVIDAD.
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