jueves, 6 de abril de 2017

El Príncipe de Etrepés. Parte II


Después de un largo viaje  y extenuantes pesares que ahora no vienen al caso pero en otro momento pretendo contar, llegué al reino de Etrepés, aquél lugar era muy distinto a como solía recordarlo cuando era niño. Cuando ya me encontraba llegando vi un sin fin de tiendas puestas al margen del reino, que mezcladas con el olor a carnes y pieles de animales, junto con la visión borrosa que producía la lumbre de las fogatas sobre el terreno enlodado, impulsaron mi curiosidad a indagar quienes eran aquellas innumerables almas. Reduciendo el paso de mi caballo, decidí continuar mi marcha a pie, pues noté que en muy poco tiempo me había convertido en el centro de atracción para las miradas de aquellos extraños habitantes.
Sus vestimentas eran tan llamativas como diversas, estaban compuestas algunas de un ropaje superpuesto de distintos colores y decoraciones, las mujeres portaban aretes grandes y pañuelos atados en la cabeza, similar a las adivinadoras de las tierras del sur; otros por su parte vestían completamente de negro, con una amplia túnica que dejaba ver poco de sus cuerpos. En uno de los extremos alcancé a divisar un grupo de jóvenes desnudos que corrían de forma frenética alrededor del fuego, entre ellos la lujuria y morbosidad empapaba sus encías de forma grotesca y sus miradas estaban impedidas de toda inteligencia, eran como animales que invitaban al libertinaje, abrazados por la tristeza, condenados a la muerte de todo lo racional que quedaba en ellos.
Seguí mi paso y me topé con un grupo de hombres de mal aspecto vestidos de forma andrajosa que no dejaban de verme y comentar entre ellos a cada paso que daba. En un instante Crilow, mi fiel caballo, se vio exaltado y comenzó a retroceder el paso queriendo soltarse de mi mano, apreté las riendas y me puse frente a él moviendo mis brazos para intentar calmarlo, pero cuando logré estabilizar a mi amigo equino acercando mi rostro al suyo; en sus grandes y profundos ojos negros pude ver mi reflejo y detrás de éste un destello brillante y ondulante semejante al fuego; volteé de prisa con el sentimiento de amenaza inminente y frente a mí se encontraban los hombres que hace un instante me observaban murmurando desde lo lejos.


-Buenas tardes distinguido y noble Lord. Refería el principal de ellos, mientras hacía una reverencia con los brazos extendidos de forma burlesca. A que debemos el honor de su visita.


Busqué con mi mirada a todos lados aquel reflejo de fuego que había visto en los ojos de Crilow, pero mi búsqueda fue vana, en cambio contemplé como todas aquellas personas se iban acercando lentamente hacia mí; en ellos, sus miradas carecían de  gracia y bienestar, algunos incluso llegaron a tocar mi capa con interés y mal sano deseo, supongo. Crilow se encontraba angustiado, comenzaba a moverse a los lados y tuve la sensación de que en cualquier momento perdería el control.
Observé debajo de los ropajes de los hombres plantados frente a mí los mangos de algunas espadas y escondidas en las piernas de las mujeres, lo que parecía ser fundas para dagas. Sentí temor y quise retroceder para montar en mi caballo, pero corría el riesgo de que esta acción despertara algún acto negativo en mis acompañantes. De pronto, un fuerte estruendo de trompetas y galopes se abrió paso por el medio del camino proveniente de las murallas que resguardaban al reino. Era un grupo de hombres montados que portaban armaduras relucientes como la plata bajo el estandarte del rey y que en breve tiempo habían rodeado al grupo que se encontraba junto a mí. Todos los presentes sacaron sus espadas y tomaron posturas amenazantes contra la guardia real; yo me encontraba aterrado pero en medio de la confusión tome las riendas de mi caballo y subí a él. Uno de los guardias interrumpió la tensa calma diciendo.

-Dejen al viajero continuar su camino y este evento pasará por alto a los ojos de la corona. No queremos emprender una lucha innecesaria por este evento.

Después de un breve silencio, uno de los hombres a mi alrededor, exclamó una frase inentendible  y todos los demás guardaron sus armas y se retiraron caminando a sus tiendas. Yo, aun aterrado por la reciente escena, seguí al guardia real que con un gesto de su brazo me invitaba a continuar mi camino, posicionando a los caballeros alrededor de mí en formación de escoltas. Así, a paso lento, atravesamos las murallas de Etrepés.
            El lugar también era distinto a mi recuerdo, en las calles podía ver mucha pobreza aunado a cierto olor fétido que disminuía en la medida que avanzábamos al palacio. Entre más cerca nos encontrábamos del castillo el aspecto iba mejorando, las casas ya no eran de tabiques de madera, sino estructura completas con chimeneas y de resplandecientes fachadas, sus habitantes habían dejado de ser harapientos para vestir más estilizados. Al este, podía alcanzar a ver una zona distinta a las demás, parecía ser una extensión del palacio, colmada de hermosos jardines de un verde intenso, con enormes casas similares a pequeños palacios y una gran catedral en medio de la región que daba la impresión del más hermoso lugar para los aristócratas en todas las tierras del Este.
           No tardamos muchos cuando me encontré frente las enormes puertas del palacio real de Etrepés, el vestíbulo a donde fui conducido por el mayordomo era un impresionante lugar repleto de cristales y de mármoles tan brillantes como la luz de luna, que se acompañaban con una gran variedad de incrustaciones de oro y flamantes cuadros de toda la dinastía de monarcas regidores de Etrepés. Estaba impresionado, el palacio lucía mucho más lujoso de lo que algún día lo ví.
          Me encontraba contemplando los detalles cuando las puertas se abrieron por dos escoltas reales y dieron paso al príncipe, que con cara sonriente y paso apurado extendió un abrazo sobre mí. El príncipe ya era todo un hombre; bien parecido y de barba corta, caminaba con la elegancia de sus atuendos reales como condestable de los ejércitos del reino, su rostro se veía un poco más tostado por la fuerza del sol de lo que mostraba en su niñez, pero sus ojos mantenían el mismo profundo color café que jugaba de forma armónica con su hermoso cabello negro semejante a la noche en los bosques de Alumbres.

- Que gusto verte querido Black, me he enterado de tu inquietante llegada, te ofrezco mis disculpas, ha sido un desliz de mi comandante.

No te preocupes, vine en cuanto he podido, que cambiadas están las cosas por aquí.  

- Ni te imaginas cuanto viejo amigo, contestó con semblante serio. Posteriormente volvió a sonreír y dijo: Ya hablaremos de eso, por ahora es necesario que descanses, ha sido un largo viaje.

Hubiese rechazado la oferta pero verdaderamente me sentía cansado, fui a una de las recámaras de huéspedes y en poco tiempo me encontré desmayado sobre la cama mientras el sol comenzaba a ocultarse con mi consciencia.

Supongo que no pasó mucho tiempo para que me encontrara viajando en el mar de sueños que bañaba mi irrealidad. Me veía caminando descalzo en los jardines del palacio en medio de los blancos rosales, cautivado y envuelto por cierta melodía que salía de ellos; caminé por largo tiempo dejándome llevar por la melodía y me encontré con un hermoso túnel natural repleto de flores, cuando quise entrar, sentí un fuerte dolor en mis pies y al voltear contemplé que los traía rasgados y llenos de profundas heridas sangrantes, me asusté y me dejé caer en el cesped para intentar vendar mis heridas cuando vi con asombro como los rosales comenzaban a arder en llamas de forma amenazante, mientras que las nubes del amplio cielo se volvían rojas como la sangre opacando mi visión de forma angustiante. Ya no podía regresar, las espinas volverían a destrozar mis pies y el fuego podría terminar consumiendo más que las blancas rosas, así que intenté seguir adelante por donde salía aquella melodía, que ahora se perdía entre el sonido del fuego agitado por el viento, pero a mi primer paso el piso se desvaneció, y me encontré cayendo en un negro abismo que concluyó con la sensación de haber aterrizado sobre mi cama.
          Desperté muy asustado en medio de la oscuridad iluminada por la luz de la luna y mientras encendía mi lámpara de noche para buscar un poco de agua, una aguda voz como susurro que se mezcla con la brisa de la noche, se escuchó en la habitación diciendo: "Vas a morir Black"
De inmediato acerqué la lámpara por toda la habitación pero no encontré a nadie a quien perteneciera aquella extraña voz. Después de esto, ya no pude dormir más.
          A la mañana siguiente, el Príncipe me esperaba para desayunar, en medio de la comida le comenté lo extraño de mi sueño, él prestó mucha atención y su rostro guardó cierto tiente de preocupación. Qué curioso Black, dijo, tu dormir no ha perdido el toque de transcendente que siempre ha tenido. Ven, tenemos que hablar.
          Fuimos a un pequeño estudio y después de cerrar la puerta con llave, se sentó a mi lado, guardó por un momento silencio y me dijo:

-Black, alguien me quiere asesinar. Mi vida corre peligro en este palacio y necesito que averigües lo antes posible quién es.

 Continuará...



jueves, 30 de marzo de 2017

El Príncipe de Etrepés




Abajo, muy abajo, donde los mentirosos se complacen en la inmundicia que ellos mismos no logran oler pero que a los sensatos repugna, hay un camino ancho e interminable que conduce a la máxima agonía; distinto del infierno que quema bajo el fuego abrazador se haya un estado de la existencia tan oscuro que el miedo consuma la muerte de quien lo pisa, haciendo con los espacios y tiempos abstractos de la miseria humana el más grande de los sufrimientos, pues el que ha determinado la inmerecida libertad de la vida, señala la culpa y la pena de quien en sus recintos se encuentra.
Por causa justa y no por mérito propio, en ese horrible espacio de sustancia etérea me encontraba cuando recibí la carta del príncipe de Etrepés. Dejé de forma abrupta mi estadía en aquel oscuro lugar, pues hace muchos otoños que no recibía información alguna de quien fuera en mi infancia el confidente de mis travesuras; sin pensarlo, preparé todo lo necesario para trasladarme a los reinos que se encuentran más allá de las frías montañas de Burkin, sería un viaje largo pero dada la profundidad de las líneas y la angustia de su escritor, me encaminé a toda prisa al reino de Etrepés.
Dejo a consideración de quien pudiera leerme, copia del manuscrito que cambiaría radicalmente mi vida para siempre:


 26 de junio
«Querido Black, supongo que la noticia de la llegada de mi carta habrá generado en ti cierta angustia, ha pasado mucho tiempo desde que las ocupaciones de ambos nos arrebataron la frecuencia de saludarnos y dialogar con ligereza y tranquilidad. Pero no te escribiera sino fuera necesario.

Los tiempos han cambiado mi viejo amigo, ya no detengo mi mirada en las nubes para descifrar formas e historias, ahora preparo amplias estrategias de batallas para conquistar nuevos reinos; ya no me escudriño más por la no vista de mis maestros al experimentar la satisfacción de un escape, ahora en cambio ignoro todo cuanto me incomode y ejecuto todo cuanto me lastime; ya quedó atrás la ignorancia supina que tristemente llenaba mi falta de compromiso con mis súbditos, ahora me preparo para gobernar como sucesor de mi padre, un reino lleno de exigencias diarias.
Aunque mis días son pocos sobre este mundo, las experiencias que me acompañan han bastado para romper los esquemas impuestos por el reino en todo este tiempo, son dichas vivencias las que logran que más allá de la parafernalia imagen real que estoy obligado a mostrar, pueda escribirte desde lo más hondo de mi ser, desde mi progresiva existencia deformada, constituidas de días y momentos. ¿Acaso somos algo más que historia, que un breve instante en el pensamiento de los dioses?, creo que no, por lo que no he podido evitar pensar que siendo mis pasos contados y mi vida tan frágil como el silencio, desaprovechar “los momentos” me puede costar la eternidad.  
Cada día atiendo miles de preocupaciones y quejas en el reino, el noble se queja de la existencia del mendigo, el mendigo de la existencia del noble, mis capitanes siempre encuentran una nueva amenaza y el herrero se empeña en hacerme gastar toda mis riquezas en nuevos aparatos bélicos, el sacerdote considera pecado hasta mi respirar y toda la corte sonríe en mi rostro pero murmura a mis espaldas. Supongo que de una u otra forma, todos tenemos un noble, un mendigo, varios capitanes y un herrero, un sacerdote y toda una corte de hipócritas en nuestras vidas, pero cuando se es un príncipe, la disponibilidad para decirlo se convierte en un tema diplomático.
No quiero incomodarte con todas las cosas que he visto y descubierto en los rincones de este corrompido palacio a lo largo del tiempo, supongo que si supieras tanto como yo, tendría que ordenar tu triste muerte. Pero entre todo el estiércol de mis silencios existe una fascinante seducción en el viento, un cálido aroma de inseguridad que me hace sonreír, no porque la cordura haya abandonado mi pensar sino porque estoy a punto de emprender una batalla de la cual quizás no vuelva.
Oh querido Black, que corta es la vida y que poco lo que  contemplamos de su grandeza, por eso he decidido arriesgar hasta el último suspiro en alcanzar la comprensión; la comprensión de la verdad que ya obtuve como inigualable regalo de quien su vitalidad dejara en mi amargada carne. Pero, ¿Qué hay más allá de lo que puedo contemplar y lo que el mundo contempla?
Tengo claridad de pensamiento al saber que para continuar en mi empresa necesitaré del auxilio de los dioses, de la sabiduría de ti que todo escuchas y de la sensibilidad de ellos que todo cuestionan. He descubierto una terrible verdad, el reino se ha corrompido; he encontrado una hermosa realidad, mi vivencia puede ser compartida; he asumido un mortal compromiso, luchar por la verdad».
Si me lo permites, dejaré que tu sabiduría me acompañe en mi batalla, como príncipe de Etrepés, necesito de tu ayuda y sabiduría, no la pido como simple consejero de la realeza, sino como mi amigo y el confidente de mi alegre infancia. Espero tu venida, tenemos mucho por hacer….
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Continuará…