Abajo, muy abajo, donde los
mentirosos se complacen en la inmundicia que ellos mismos no logran oler pero
que a los sensatos repugna, hay un camino ancho e interminable que conduce a la
máxima agonía; distinto del infierno que quema bajo el fuego abrazador se haya
un estado de la existencia tan oscuro que el miedo consuma la muerte de quien
lo pisa, haciendo con los espacios y tiempos abstractos de la miseria humana el
más grande de los sufrimientos, pues el que ha determinado la inmerecida
libertad de la vida, señala la culpa y la pena de quien en sus recintos se
encuentra.
Por causa justa y no por mérito propio,
en ese horrible espacio de sustancia etérea me encontraba cuando recibí la
carta del príncipe de Etrepés. Dejé de forma abrupta mi estadía en aquel oscuro
lugar, pues hace muchos otoños que no recibía información alguna de quien fuera
en mi infancia el confidente de mis travesuras; sin pensarlo, preparé todo lo
necesario para trasladarme a los reinos que se encuentran más allá de las frías
montañas de Burkin, sería un viaje largo pero dada la profundidad de las líneas
y la angustia de su escritor, me encaminé a toda prisa al reino de Etrepés.
Dejo a consideración de quien
pudiera leerme, copia del manuscrito que cambiaría radicalmente mi vida para
siempre:
26 de junio
«Querido Black, supongo que la
noticia de la llegada de mi carta habrá generado en ti cierta angustia, ha
pasado mucho tiempo desde que las ocupaciones de ambos nos arrebataron la
frecuencia de saludarnos y dialogar con ligereza y tranquilidad. Pero no te
escribiera sino fuera necesario.
Los tiempos han cambiado mi viejo
amigo, ya no detengo mi mirada en las nubes para descifrar formas e historias,
ahora preparo amplias estrategias de batallas para conquistar nuevos reinos; ya
no me escudriño más por la no vista de mis maestros al experimentar la satisfacción
de un escape, ahora en cambio ignoro todo cuanto me incomode y ejecuto todo
cuanto me lastime; ya quedó atrás la ignorancia supina que tristemente llenaba
mi falta de compromiso con mis súbditos, ahora me preparo para gobernar como
sucesor de mi padre, un reino lleno de exigencias diarias.
Aunque mis días son pocos sobre este
mundo, las experiencias que me acompañan han bastado para romper los esquemas
impuestos por el reino en todo este tiempo, son dichas vivencias las que logran
que más allá de la parafernalia imagen real que estoy obligado a mostrar, pueda
escribirte desde lo más hondo de mi ser, desde mi progresiva existencia
deformada, constituidas de días y momentos. ¿Acaso somos algo más que historia,
que un breve instante en el pensamiento de los dioses?, creo que no, por lo que
no he podido evitar pensar que siendo mis pasos contados y mi vida tan frágil como
el silencio, desaprovechar “los momentos” me puede costar la eternidad.
Cada día atiendo miles de preocupaciones
y quejas en el reino, el noble se queja de la existencia del mendigo, el
mendigo de la existencia del noble, mis capitanes siempre encuentran una nueva
amenaza y el herrero se empeña en hacerme gastar toda mis riquezas en nuevos
aparatos bélicos, el sacerdote considera pecado hasta mi respirar y toda la
corte sonríe en mi rostro pero murmura a mis espaldas. Supongo que de una u
otra forma, todos tenemos un noble, un mendigo, varios capitanes y un herrero, un
sacerdote y toda una corte de hipócritas en nuestras vidas, pero cuando se es
un príncipe, la disponibilidad para decirlo se convierte en un tema
diplomático.
No quiero incomodarte con todas las
cosas que he visto y descubierto en los rincones de este corrompido palacio a
lo largo del tiempo, supongo que si supieras tanto como yo, tendría que ordenar
tu triste muerte. Pero entre todo el estiércol de mis silencios existe una
fascinante seducción en el viento, un cálido aroma de inseguridad que me hace sonreír,
no porque la cordura haya abandonado mi pensar sino porque estoy a punto de emprender
una batalla de la cual quizás no vuelva.
Oh querido Black, que corta es la
vida y que poco lo que contemplamos de
su grandeza, por eso he decidido arriesgar hasta el último suspiro en alcanzar
la comprensión; la comprensión de la verdad que ya obtuve como inigualable
regalo de quien su vitalidad dejara en mi amargada carne. Pero, ¿Qué hay más
allá de lo que puedo contemplar y lo que el mundo contempla?
Tengo claridad de pensamiento al
saber que para continuar en mi empresa necesitaré del auxilio de los dioses, de
la sabiduría de ti que todo escuchas y de la sensibilidad de ellos que todo
cuestionan. He descubierto una terrible verdad, el reino se ha corrompido; he
encontrado una hermosa realidad, mi vivencia puede ser compartida; he asumido
un mortal compromiso, luchar por la verdad».
Si me lo permites, dejaré que tu
sabiduría me acompañe en mi batalla, como príncipe de Etrepés, necesito de tu
ayuda y sabiduría, no la pido como simple consejero de la realeza, sino como mi
amigo y el confidente de mi alegre infancia. Espero tu venida, tenemos mucho
por hacer….
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Continuará…
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