A
veces cuando me siento envuelto en los gratos momentos que me brinda quedarme
en silencio, la mente me juega la pasada de recordar días pasados y mostrarme
tal cual soy para luego preguntarme si he aprendido a reconocerme en el espejo
de mi intimidad. Y es que a veces me siento como aquel caballero de pesada
armadura oxidada que se planta ante un reflejo perfecto de sí mismo, incapaz de
concebir por sus propios medios, aquella bella imagen de lo que es y por qué lo
es. Pero fue hace unas pocas noches en los que me alejaba de este mundo
sensible y me sumergía en breves instantes en mi pensar, que tuve una sensación
de inconformidad, pues en mi limitada inteligencia he llegado a la conclusión
que siendo esta tan pobre hay algo que siempre acaba siendo más sabio y astuto
que yo, hasta el punto secuencial de tener que llegar a un ser ordenador,
inmóvil y eterno, como dicen tantos filósofos en la historia, a uno que muchas
religiones y personas en el mundo llaman Dios.
Pero
este Dios es tan inaccesible para mí que siento que siendo fuente primaria de
sabiduría, a las conclusiones que llego en realidad no las obtengo por mis
propias fuerzas sino por una especie de ayuda, iluminación o inspiración extra
a mi pensar, que de forma ordenada articula ideas en mi razón de forma directa
y silenciosa.
He
intentado bajo muchos medios entenderle y acercarme más a Él por mis méritos,
pero los esfuerzos han sido contrarios a mi ideal, no acaba resultando como en
mi mente se fragua, sino que termino encontrándome envuelto en una confusión de
lo que debo ser y lo que soy, de lo que soy y lo que fui, de cosas que le
sobran a mi corazón y de otras tantas de las cuales carezco. De esfuerzos
sísifos cuando antepongo mi voluntad a la de Él, cuando creo como absoluta
verdad mi opinión y siento frustración al notar por boca de otros un detalle
pasado por alto.
Así
que conociendo el suceder de estas cosas y de esta extraña cosquilla en mi
pecho, entré en un mundo desconocido hasta ahora para mí, uno que me revela de
las cosas más simples la complejidad de su interioridad, más que la fachada que
pueden alcanzar mis ojos. Me di cuenta que a mi alrededor sufren muchísimas
personas, y que varios de esos sufrimientos se parecen a algunos ya superados
en mi vida, otros son similares entre sí, y otros aunque son nuevos mantienen
raíces exactas a los ya conocidos. La mayoría están relacionados al amor. Es la
droga que buscan todos, incluso sin aceptarlo.
Pero
hablar de Amor es ser cursi o ridículo hoy en día, las personas habitualmente
solo ven fachadas y exterioridades respecto al tema. A veces hay límites
marcados por un cuerpo considerado bonito, o por una agradable sonrisa, la idea
de seguridad que genera el otro, o simplemente una mentira para no quedarse
solos. Amar es pues, un acto simple que los seres humanos hacemos
verdaderamente complejo, siempre buscado y no siempre encontrado, resulta algo
más allá de fachadas y conformismo, es algo que al igual que esa sabiduría
siempre instructora de mi pensar, me supera en el infinito pero que aun así
puedo formar parte de ella y sentirla como parte de mí.
Eso
es y tiene que ser Dios, eso que todos buscan como locos, eso que nos supera no
es más que Dios, amar por lo tanto no es comparativo a dicho ser, sino que es
igualitario. Pero que complejo es acercarse al entendimiento de dicho concepto,
pues si me desprendo de lo repetitivo de la frase “Dios es Amor” entonces me
encuentro con un mundo de infinitas exigencias, donde lo que soy, choca de
forma abrupta con lo que deberías ser para alcanzar a dicho ser perseguidor de
la conciencia y enamorador del corazón. Pues juro por el Sí que representa mi
afirmación y solo por eso, que dicho pensamiento no me deja en paz ni me
abandona por las noches, es como enterarse de un secreto que por más que desees
ya no puedes sacar de tu mente. Dios es Amor.
Pero
con ello me pregunto, ¿Qué será de mi
futuro?, ¿podré alcanzar algún día estar en perfecta comunión con dicho ser?,
aunque mi corazón me indican que si es posible, y los libros de espiritualidad
lo ratifican, veo la brecha como un gigantesco abismo que solo ofrece un solo
camino para pasarlo, un camino lleno de escombros y demonios aguardándome, con un
enorme monstruo verde escupe fuego en su comienzo, que a través del pánico que
infunde su espectral figura hace temblar mis huesos, pues sus ojos reflejan
innumerables vivencias y dolores que no deseo volver a ver. Pero ante él, he
visto también que muchos bordean el camino para no afrontar sus demonios, aun a
sabiendas que todos los que lo hacen no llegarán de forma plena a eso que tanto
persiguen, sino de un modo incompleto y con más tragedia que las heridas que
pueda producir el monstruo. Es escoger ir por otra vía más simple y placentera a
cambio de un azote eterno en la espalda.
Así
que decidí desde hace un tiempo atrás, atravesar ese tortuoso camino, admito
que casi muero de pánico cuando semejante bestia se reveló ante mí mostrándome
lo imperfecto que soy y la basta oscuridad que existe en mi concepción de luz;
me mostró cual esfinge lo que enfrentaré y lo que he de descubrir para seguir
avanzando. Pero más aún me mostró que todos esos horribles demonios son míos y
solo míos, que cada uno de los que logro destruir me ofrece herramientas para
ayudar a que otros tengan valentía de cruzar, y de fortalecer mi voluntad al
seguir caminando.
Que
compleja se ha vuelto la frase “Dios es Amor” y más aún alcanzarla, pero que
gratificante es saber su existencia por cosas tan simples, que duro es el
camino y que bella la compañía, que maravillosa la soledad que me brinda el
silencio y la alegría que me regala el sonido de otros. Que descubrir tan
curioso lo que alberga cada uno de mis demonios en su corazón al ser vencidos
por mis débiles fuerzas. Qué curioso e inentendible a mis fuerzas me resulta
Dios.
Que
extrañas las líneas que termino en este instante por el desespero de salir que
retumbaba en mi cabeza…. Espero que no se pierdan en el viento vacío y alguien
intente ver un poquito más allá de lo que muestren sus ojos.
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