En el ático de
mi casa vive un niño algo peculiar, se la pasa solo deambulando por aquí y por allá,
jugando a colorear las paredes del pensamiento, con ideas que deja desordenadas
en la sala de mi creatividad. Esta podría ser la introducción perfecta que
describe a tan misterioso ser que mantiene en la inocencia de su mirada el
deseo de ser algún día un noble caballero de castillos de algodón distinto a
cualquier otro jamás visto, uno que solo con su estandarte haría temblar al
enemigo en batalla, casado con la más bella de las princesas de acuarela, su
amada Eudaimonía, y dueño del más noble de los caballos, Justus.
Admito que me
cuesta referirlo en letras sin nombrarlo en pasado, pues por extraño que
parezca las concepciones de tiempo-espacio en él no funcionan como en el resto
de los habitantes de la casa; aunque lo escribo en pasado, lo recuerdo siempre en
presente; ahora que lo menciono, nunca desde que descubrí que vivía ahí le he
visto envejecer siquiera un solo día.
El señor “R”
como siempre habría preferido que le llamara, era sin duda un niño de enorme
belleza e inocencia, en su mirada parecía que podía ver el más hipnotizante de
los oleajes marinos al caer la tarde, su sonrisa me recordaba a un antiguo
parque que solía visitar con mi familia donde vendían algodones de azúcar de
color rosado, su voz era cálida y podría jurar que su aliento en ocasiones
tenía un aroma similar al pan recién horneado, su aspecto era bastante curioso,
de piel morena y de ojos negros como la piedra de azabache, con cabello de
igual color que era el típico caso de un olvido de corte, vestía siempre unos
bermudas de jeans que parecían haber sido pantalones enteros en algún momento,
tenía zapatos de caucho negro sin trenzas idénticos a los que entregaban las
becas estudiantiles hace muchos siglos atrás, una camisa blanca de mangas
cortas poseedora de un blanco deslumbrante como si una fuerza iluminadora le
acompañara junto a muchas medallas de cartón pegadas en su pecho que daban la
impresión las había hecho él mismo; pero lo más llamativo del señor “R”, era su
peculiar sabiduría para entender las cosas de forma simple, que me cautiva
aunque me pareciera extraña posesión para un niño.
Pero fue hace
algunas noches atrás (pudo haber sido ayer, esta noche o hace siglos, no tengo
certeza de ello), en que como costumbre fui a visitarlo para pedirle algunos
consejos, esta vez sobre qué hacer con un arlequín que se cruzo en mi camino y
no paraba de burlarse de mí. Estaba furioso, ante sus burlas y mi aparente incapacidad
de vencerlo pues aunque intentaba ignorarlo iba danzando a mi lado haciendo bromas pesadas
y pedorretas, cantando cosas sin sentido repitiendo una y otra vez:
-YO SÉ, YO SÉ, LO QUE ESCAPADO ESTÁ, YO SÉ, YO SÉ LO QUE TE PUEDE
MATAR, SI PARA ÉL QUIERES LUCHAR ENTONCES TEN PORSEGURO QUE PERSEGUIDO SERÁS.
Por mis
piernas pasaba el temblor de la ira al subir la escalinata del ático para ver
al señor “R” y mis ojos se encendían botando llamaradas de intensos colores que
inundaban el pasillo central. Llegue hasta la puerta que como de costumbre se
encontraba cerrada, revisé mis bolsillos, tome con manos temblorosas la llave que
siempre he llevado conmigo y me dispuse a abrir la puerta, pero un estrepitoso
ruido inundó el lugar como un enorme metal cuando se retuerce ante la presión
del océano; aquel espantoso rugido provenía del ático, así que con el cambio de
sentir de la ira al temor sin pensarlo abrí la puerta y ahí estaba. Un enorme dragón
de apariencia semiesquelética con la piel revestida de fuego balanceaba su
cabeza de un lado al otro en la habitación, botando lo que parecían ser
llamaradas de una especie de fuego negro impactante e incomparable con todo lo
que había visto hasta entonces.
Su espectral
figura me paralizó completamente cuando sus enormes ojos de llamas rojas
voltearon a verme, pero aquella imagen quedó reducida ante mi horror al ver lo
que estaba junto a aquel monstruo, era…
Continuará
muy bueno... me sumergí en la lectura, tenia toda mi atención excelente, esperando pronto la siguiente parte. (eme)
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