-Bueno, tu dragón es de gran
tamaño, supongo vivió mucho tiempo encerrado por lo que tenía un gran poder. Se
desabotono la camisa y mostrándome una espalda con cicatrices continuó. Este es
mi recuerdo de aquel amargo encuentro, al igual que a ti, también me dejó
marca.
Rápidamente
recordé aquel profundo dolor final y toque mi pecho, luego de desabotonar mi
camisa me encontré con una horrible y enorme cicatriz. El señor “R” al verla se
lleno de temor y dando un extraño chillido se alejó al rincón con los ojos
desorbitados como si acabara de ver un fantasma. ¡¡TAPALA!!, gritó con fuerte
voz, ¡NO QUIERO VERLA! replicó.
Cerré
nuevamente mi camisa y entre la confusión y el temor por lo que había visto pregunte:
¿qué es todo esto, por qué te asusta tanto?
Luego de
sentarse aun con los ojos desorbitados dijo con voz temblorosa: El dragón nació
de esa cicatriz y desde entonces vivo atrapado en el ático, cuanto lo viste
solo reactualizó tu dolor haciéndose más fuerte. Una parte de mi se ve afectada
cuando él aparece, antes solía vivir en la casa junto a ti como amos y señores
de la misma, eran tiempos maravillosos donde tú y yo compartíamos todo el día,
dibujábamos juntos millones de ideas y mundos, recuerdo en una ocasión de
nuestras travesuras decidimos pintar a la señora creatividad del mismo color de
su habitación y esta prefirió quedarse así para siempre, vieja loca siempre con
sus cosas.
El caso es,
que con el pasar del tiempo dejamos de jugar cada vez más, llegó a la casa ese
pesado de la preocupación, y la afectividad que solía jugar con nosotros de
cuando en vez se volvió cada vez más pretenciosa y engreída, hasta que me
excluyó de sus juegos y te alejó de mí. Vino la codicia, el ego, la vanagloria
y la soberbia y sin darme cuenta el departamento de deseos que tanto trabajo
nos dio decorar con nuestros dibujos, fue suplantado por esos espantosos
cuadros abstractos que nunca he entendido, cada vez más espacios de la casa
estaban cerrados para mí.
Un día el cielo se torno oscuro como nunca lo
había visto, todos en la casa corrimos y se te formo la cicatriz que llevas en
el pecho, tú te retorcías de dolor y yo corrí a ayudarte pero la preocupación
me detuvo por un brazo, el dolor me tapo la boca y comenzó a gritar cada vez
más fuerte para que no me escucharas, el rencor vino y me tomo por el otro
brazo sin decir palabra alguna; tú te volteaste me miraste con gran desprecio y
prometiste jamás volverías a estar conmigo, pues por alguna extraña razón que
nunca entendí me acusabas de ser culpable de tu cicatriz; tu pecho se puso rojo
como el hierro cuando se calienta y de tu cicatriz salió un horrible dragón
lleno de cuernos y espinas, corrió hacia mí y con un fuerte golpe me desmayó.
Al despertar estaba aquí encerrado en este ático esperando que algún día
vinieras a visitarme.
Pasado un
tiempo el fantasma del inconsciente encerró al dragón en el sótano de la casa y
a mí me cerró varias ventanas para que no pudiera verte, bajo un hechizo trajo
consigo la normalidad a la casa pero nada volvió a ser como antes. Desde
entonces el dragón ha gritado muchas noches intentando salir pero el temor fue
nombrado vigilante de su celda y no permite que nadie se le acerque, ni
siquiera tú; es alimentado con recuerdos por lo que ahora tiene ese aspecto tan
espantoso y sorprendente.
Yo te he esperado en silencio dibujando en lo
que puedo, esperando lo mismo; hasta que un día apareció Él, diciendo que tú
vendrías pronto. Así que corté mis pantalones ya casi destruidos y saqué la
mejor de mis camisas, me senté sonriendo detrás de la puerta, y casi exploto de
felicidad al escuchar la puerta traquear y verte aparecer con la mirada
perdida. Aunque ya no recordabas nada, era tanta mi felicidad de volverte a ver
que preferí callar, aunque a decir verdad ya casi había olvidado lo sucedido; cada
instante que paso a tu lado intento aprovecharlo al máximo.
Yo estaba mudo
sin poder decir una palabra, él sonreía con una mirada llena de alegría. Luego de
una pausa contesté: me alegra que no me odies pero ¿Quién te dijo que yo
vendría a verte?
-¿Odio?
Contestó mi pequeño Yo. No está en mi naturaleza sentirlo, ni siquiera puedo
entenderlo, para mí el amor es la fuerza más grande que pueda existir y rige el
principio de todas las almas. El odio no tiene naturaleza propia sino una
adjudicada por las mismas personas en el mal uso de su libre albedrío, pero
como tampoco está en mí la capacidad de juzgar todo esto, aunque triste me
parece superable y transformable. Ahora, en
lo referente a quien me dijo que vendrías fue Papa.
Yo guardé un
silencio lleno de confusión pero antes de pronunciar palabra alguna el
continuó:
-Verás, los niños
internos estamos hechos de amor puro y por el amor puro, nuestra naturaleza
procede de algo superior a todo lo existente en esta casa o cualquier otra en
el mundo. Mi camisa por ejemplo, mantiene ese brillo en ocasiones cegador pues
soy absolutamente puro e incorruptible, fuimos creados como una especie de vaso
donde se ha derramado una gota de amor en las personas; eso que nos ha creado y
nos ha puesto aquí a acompañarte a lo largo de tu vida aun con todos los malos
tratos que podamos recibir lo llamamos simplemente Papa. Él fue quien vino a
visitarme una mañana a decirme que tú vendrías.
Yo no pude
esconder mi sorpresa y de inmediato pregunté: ¿Él vino a verte? ¿Cómo es
posible que estuviera aquí si me has dicho que es superior a todo lo existente
en la casa?
El señor “R”
sonrió nuevamente y con voz serena y calmada como la de un hombre al observar
inocencia en la pregunta de un niño contestó:
-Él vive aquí
en la casa desde siempre.
Continuará
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