Querida
Verónica, sé que en mi pasada carta fui un poco confuso en expresar mi sentir,
pero debía serlo si es que deseo proteger en la medida de lo posible tu
identidad (si es que la tienes); de igual manera es muy probable que estas
líneas llamen aún más la atención de quienes las lean, pero considero justo
contarte cómo fue que me enamoré de ti antes de morir.
Recuerdo
perfectamente querida mía aquel bello momento, fuiste presentada por una amiga
y a primera impresión me pareciste una criatura tan ordinaria como cualquier
otra, tenías risa escandalosa con mirada viva como de quien siempre está
interesado por algo; de cierta manera podría decir hoy en día que no era tu
personalidad de mi agrado, me resultabas inoportuna, poco prudente y algo
presumida. Pero como la vida regala días llenos de oportunidades estos pasaron
y con ellos mi curiosidad por descubrir en ocasiones tu irritante compañía.
Supongo
que mi enamoramiento comenzó a fraguarse, pues ya me resultabas más placentera
a mi lado que lejos de mí. Comencé a valorar poco a poco los momentos que
pasaba a tu lado y por extraño que parezca noté en ti una belleza casi
hipnotizante que había pasado por alto al conocerte, ahora me resultabas
completamente atractiva y destinaba mis esfuerzos en lanzar miradas escondidas
entre las personas para contemplarte, chistes tontos para hacerte reír y
detalles creativos para complacerte.
Las
llamadas y los mensajes se hacían cada vez más frecuentes, en ellos la noche
era cobija de bellas palabras y preguntas que intentaban conocer más y más
detalles de ti. Dedicaba canciones que reflejaran mi sentir por ti y tú hacías
lo mismo de forma más disimulada, solo escribías: “Ey, has escuchado tal
canción de tal artista, me gusta bastante”, y con ello dabas a mi astucia
disfrazada de inocencia el regalo de una dedicación.
No sé cómo
pasó, no sé en qué momento sucedió, pero me enamoré profundamente de ti. Amaba ahora
tu personalidad, aceptaba tus defectos, soñaba una vida completa contigo, las
grandes vivencias que tendríamos, la familia que queríamos, la casa que soñábamos.
Queríamos estar así con ese sentimiento por el resto de la vida. Decíamos los
unos a los otros en cada oportunidad que el día nos brindara, TE AMO.
Pero he
aquí nuestro grave pero necesario y justo error, he aquí la muerte anunciada de
tantos; la de dejar de conocernos para vivir el enamoramiento y dejar que este
nos conduzca. Y es que la mayor parte de las preguntas que se hacen los que
intentan conocerse con intenciones de amarse se sitúan en gustos, preferencias,
actitudes y cosas que desagraden. Con ello creen conocer lo necesario para amar
a otro, pero olvidan otros factores muy influyentes. EL PASADO.
El amor mi
querida Verónica, es evolucionable en la conciencia de los seres humanos,
aprendemos a amar poco a poco a través de las vivencias que tenemos. No te
parece curioso que si le preguntas a un grupo de personas de todo tipo, clase y
profesión sobre que es el amor y que es el odio (fuerzas fundantes para muchos
filósofos de la historia), la gran mayoría coincidirán en el concepto de odio
pero fallarán en el concepto de amor; cada una pareciera darle una definición según
como se sientan con él, puesto que la mayoría de las personas están convencidas
que el amor es un sentimiento muy poderoso y nada más, las respuestas son
variables en todo sentido.
Por este
motivo el pasado de las personas juega un papel fundamental en sus concepciones
del amor, estas variarán según las vivencias de sus ayeres. La niñez es un periodo
fundamental en este aspecto. Me resulta curioso ver como los hombres suelen
buscar en sus parejas el cuidado que les brindaba su madre en casa o lo que los
amigos esperan ver de él, como las mujeres desean del hombre la felicidad que creen
sus madres no tuvieron incluso si sus padres siguen casados, como las novelas
de la tarde no dejan de contaminar a la humanidad con idealismos y proyecciones
afectivas tan irreales y repetitivas que con ver una ya las sabes todas. Nunca he visto una telenovela donde la protagonista
quede sola, frustrada y fracasada, queriendo no volver a enamorarse para no
sufrir más; pero como veo esto a diario entre las personas.
Fue mi
niñez escondida en la adultez de la edad la que no me permitió verte como un
todo y no como una novia. Olvidé que como persona eres más que lo que muestras
en la afectividad y primordialmente no entendí que siendo el amor mucho más que
sentimientos, y los sentimientos no son eternos, el enamoramiento en el mismo
momento en que nace está condenado a la muerte. Así que la idea de que las
personas pueden vivir en ese estado hipomaniaco por llamarlo de alguna manera,
es un completo engaño, vendido por la televisión y literaturas sentimentalistas
que describen sentimientos pero no fundamentos. EL ENAMORAMIENTO (etapa inicial
del amor de parejas) TIENE QUE MORIR PARA DAR PASO AL “AMOR” y una vez en el
amor poder reenamorarse de nuevas maneras pero conscientes de que no es posible
para criaturas en potencia como nosotros vivir en estados plenos de
satisfacción con otros. Somos distintos, con evoluciones del amor en nosotros
distintas y por ende amarnos conlleva a un proceso de aprendizaje y conocimiento
que lleva toda una vida.
Mi querida
Verónica, ¿que sería de nosostros si hubiese conocido estas cosas cuando te conocí?,
posiblemente te hubiese seguido viendo como una criatura ordinaria sin mayor
interés, por ello agradezco a Dios por los errores que permite abrumen en algún
momento mi vida, no he tenido ninguno del cual no haya aprendido algo.
Pronto te
escribiré nuevamente, necesito contarte muchas cosas antes que en cualquier
momento la muerte llegue a mí.
P.D.: Creo es la primera vez que revelo tu apellido, si es que lo tienes…
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