miércoles, 6 de noviembre de 2013

POST MORTEM (De la Crisis que Viví Después de Verónica Mulier)



Querida Verónica,  basta solo con leer el título de esta carta para saber que he decidido tocar un tema bastante delicado, y está referido a lo sucedido después de tu partida (si es que lograste irte), así que intentaré ser lo más prudente posible para no ofender tu memoria y no generar más especulaciones sobre tu curiosa existencia. No creo sea oportuno por ello referir en estas líneas cuál y cómo fue el evento decisivo que me separó de ti (si es que lo hubo), dejaré en base a las cartas anteriores que todo quien nos lea saque sus propias alucinaciones fantástica respecto a ello, pues ante tantas especulaciones siento que al colocar el más aislado y disparatado de los eventos que describan un ¿por qué? objetivo de nuestra ruptura, terminará por adjudicarme un errado juicio y a ti una existencia completamente falsa.

En base a esto es justo darte a conocer lo que siempre ha sido oscuro para ti producto de mi orgullo y profundo silencio; y es lo que pasó con mi vivir que estaba acostumbrado a ti al verse sumergido en tu repentina ausencia. Recuerdo claramente aquella amarga noche que concluía uno de los peores días que había tenido hasta entonces. Me sentía completamente desbastado por un oleaje de sentimientos que golpeaban mi alma con increíble fuerza, donde entre los recuerdos la culpa cambiaba de posición acusadora a inocente, sintiéndome como un niño y por momentos tonto por no haber sido capaz de controlar tal situación. 

Vi como castillo de naipes venirse abajo tantos sueños e ilusiones que había construido ilusoriamente en mi enamoramiento por ti que un sentimiento de fracaso y desdicha se asentó en la habitación como compañera de mi amarga soledad, pues ¿a quien podía contar semejante realidad más que a mi propio yo?, ¿quién que no sea yo podría entender cabalmente como se sentía mi angustiada alma por tu partida?; cuantas veces me sentía tentado a llamarte para gritarte con ira tu culpa, y de pronto desaparecía por las terribles ganas de llamarte a pedirte perdón y plantearte la idea de intentarlo nuevamente asumiéndome como absoluto culpable de todo. Cuantos ¿Por qué? intentó mi mente contestar sobre la situación y lo que la había llevado a tal punto.  Que amarga guerra se suscitó en mi corazón que permitió a mis sentimientos invadir la habitación para convertir la oscuridad de la noche en todo un infierno.


Mi querida Verónica, en ningún momento de la vida tenemos mayores oportunidades para crecer que en medio de los sufrimientos, por eso me siento en la absoluta libertad de mostrarte los míos (si es que son míos) y de esta manera expresarte mi verdadero amor por ti. Tuve que lidiar entre los deseos y la añoranza por un buen tiempo, sentía que por más que lo intentara no podía distinguir la culpa de mi inocencia; llegué a creer muchas noches que acabaría en la locura pues tales ideas no me abandonaban en ningún momento, te veía en todos lados, te escuchaba en cualquier lugar, y al sonar del teléfono corría desesperado con la ilusión de encontrar tu nombre en la pantalla.

Ahora bien, curiosamente hoy puedo decir que este mismo efecto post traumático lo he visto muchas veces en diferentes parejas; cada uno sufre a su manera y solo el silencio y uno que otro confidente sabe la magnitud del infierno. Pero es más preocupante, querida mía, lo que he observado hacer a muchas personas con tal experiencia.  Muchas de ellas deciden neutralizar la experiencia creyendo y haciéndole creer al mundo que tal ruptura afectiva nunca afectó más que una noche de pensar, guardando en un cajón enormes cantidades de deseos reprimidos; nuevamente aparece con tristeza la preocupación de las personas por “el qué dirán” en vez de  “que será de mí”. ¿Acaso quien nos critica es más feliz que nosotros?, por supuesto que no. Nadie sabe los demonios que acompañan a los que caminan a diario entre nosotros y gracias a Dios es así.

Hay otros, Verónica que se prometen vanamente no volver a amar y todo cuanto se acerca a ellos es motivo de desconfianza, no representa ningún interés más allá que la compañía y sienten que nunca superaran su pasado. Cosa que hoy me resulta una completa tontería, toda persona es libre de redimensionar sus propios sufrimientos y tener una actitud distinta hacia ellos, solo tienen que proponérselo, por algo son libres por naturaleza.

De igual forma una gran cantidad de personas buscan de inmediato a otras que les sirvan cual medicina barata para sanar la herida que otro dejó. Lo más irónico de este caso es cuando la medicina encontrada también viene escapando de una crisis y los dos se convierten en una maravillosa relación de traumas no superados. Ambos conocen sus realidades y saben en el fondo que no llegarán a la felicidad, que no se aman; pero deciden juntarse por sentidos utilitarios con la excusa del “poco a poco”; pero el infierno más tarde o más temprano se actualiza, (y he aquí algo extraño para mí), la persona no sufre como en la primera ocasión, pues pareciera que esperaba tal declive en algún momento. Extrañamente se juntaron para no sentirse solos e intentar olvidar pero a coste consciente de su infelicidad. ¿No te parece extraña la raza humana, Verónica?; he conocido parejas que hasta se casan y tienen descendencia pero siguen amando a sus pasados de tal forma que sabiendo que no sienten lo mismo por su pareja, deciden tener por vida una mentira y se colocan mascaras ante la sociedad y sus familiares, incluso ante el otro para aparentar una felicidad que no poseen. Me resulta triste la cantidad de casos que veo con estas características; y como la aparición del “Ex” en algún momento de sus vidas es suficiente para aniquilar la relación que había sobrevivido a duras penas.

Por ello creo, mi querida Verónica que la soledad es necesaria para crecer y poder tener un dialogo interno con uno mismo y con Dios que es, a mi concepción, la fuente primaria del Amor y en la cual reposa toda nuestra vida que se esfuerza por aprender a amar. No es lo mismo por lo tanto estar solos a sentirnos solos, pues el solo sentimiento nuevamente es nocivo sino se emplea con prudencia; ninguno de nosotros tiene el derecho de utilizar a otro para superar sus dolores, pues creo que todo cuanto hagamos conscientes al otro termina devolviéndose a lo largo de nuestras vidas, a veces incluso hasta de formas exageradas. Los espacios de soledad oportuna son una maravillosa herramienta en nuestras vidas que llevan a las personas a entrar en los sótanos de sus almas, donde la inmundicia vive, donde los temores reposan y donde los traumas aguardan; en ella podemos encontrar la necesidad de buscar un consejo, actuar con prudencia, decir que no cuando sea necesario y entender que aunque no podamos comprender los sufrimientos mientras pasen, mañana servirán de experiencia esencial para constituirnos como personas felices. Te has puesto a pensar Verónica lo que pasaría si alguna persona en el mundo llegara a anciano sin una sola crisis; que aburrida sería la vida de tal ser, no valdría la pena vivirla. 

Con estos espacios de soledad, somos capaces de decidir cuándo es oportuno intentarlo nuevamente. Si es conveniente volver con el que se fue, o de encontrar verdades que en ningún otro momento habríamos podido ver sobre el amor. Con la mente clara sabemos cuándo la muerte está próxima y cuando la vida está avivándose con increíble fuerza; ante tal soledad del alma, podemos saber cuándo es prudente detener una carta y permitirte estar en tu propia y necesaria soledad.

Lamento profundamente si mis líneas hieren algún pedazo de tu historia, y peor aún, generarte la terrible concepción de creer que a partir de esta carta puedes sacar pistas de mi propia psicología aparentemente revelada. Pero debo decirte mi querida Verónica que todo cuanto ha sido escrito ha sido pensado, deseado y plasmado con la mayor de las consciencias e intenciones, ¿pero como puede uno separarse completamente de su YO?

Quien te quiere. “YO”


P.D.: El YO es algo verdaderamente complejo, tanto que en solo dos letras hay todo un mundo inmerso.

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