sábado, 16 de noviembre de 2013

POST MORTEM (De la Respuesta a la Pregunta: ¿Quién es Verónica Mulier?)



Querida Verónica, después de mis pasadas cartas aclarando todo lo que tu ausencia había dejado en mí, he considerado oportuno soltarte la mano desde esta lejana incertidumbre que genera mi pensar. Pues ¿cómo podrías caminar si siempre te sujeto y no dejo que lo intentes por tus propios medios?, necesitas por tus propios medios internalizar los regalos que te ofrece la vida para ser feliz, necesitas dejar de aparentar y comenzar a vivir. Solo poseemos una vida y es en extremo corta como para negarnos a amar. 

Desde que te pusiste en contacto conmigo y me expusiste tu sufrir, he tenido un enorme deseo de escribirte las pasadas cartas, intentando en la medida de lo posible ser parte aunque sea por poco de tu padecer, de tu vivir y de tu historia, que en parte es mía también. He deseado poder verte nuevamente y charlar contigo como en los viejos tiempos, donde el mundo tomaba aspectos mágicos y el cielo se pintaba de acuarela; éramos niños en aquellos días y a pesar de todo cuanto sucedió, aun guardo gratos y bellos momentos de nuestro pasado (y siempre lo haré), pues, ¿Qué poder sobre la faz de la tierra podría suprimir lo vivido?, siempre serás de mi corazón un aspecto especial y de mi pensamiento su sensibilidad. ¥

Desde hace aproximadamente más de dos años he contraído una bella enfermedad que me roba un poco de vida a cada instante; pues no dejo de sentir que mucho de cuanto era ya no soy, y poco a poco me siento menos ayer y más hoy. Muchos de mis gustos y anhelos se fueron desplazando por esta idea de alcanzar el amor, no solo en mí ni en los demás sino aún más allá, eso a lo que consideraba vida ya no la siento como tal y mucho de lo que antes me era vital hoy me parece efímero. Estoy muriendo y naciendo al mismo tiempo; y en este proceso de altas y bajas a veces siento en mi espalda el mayor de los pesos que un ser humano pueda cargar, ese que va con la muerte de uno mismo para intentar en Dios, crecer desde nuestros errores. No soy perfecto, pero he comenzado una batalla conmigo mismo que me ha llevado a esta mi maravillosa muerte. Curiosamente puedo darte mi palabra que nunca me he sentido tan vivo como ahora, y aun con los sufrimientos, juicios, críticas, reproches y toda clase de obstáculos que supone tal muerte; jamás he sido tan feliz. Es por esto que esta serie de cartas las he llamado POST MORTEM, pues solo después de dar muerte a ciertas partes de mí, he podido lograr que mi alma plasme lo que siento por ti. 

Pero cabe la pregunta ¿Quién es Verónica Mulier?, la respuesta a esto posee en sí misma cierto grado de complejidad, tú eres una de mis dimensiones más amada, compleja y estudiada; representas en los rincones de mis gratos momentos de soledad, a mi propia afectividad; estás compuesta de mis propias vivencias, de mis gratos y amargos recuerdos, pero más allá de todo ello, estas compuesta de innumerables historias que he escuchado en mi camino de seguir a Dios. No sabes cuantos nombres se encuentran inmersos en el tuyo, cuántas vidas y testimonios plasmé mientras te permitía vivir atorada entre mis líneas. Eres desde una cachifa hasta un tulipán, desde un Sol hasta un amargo dolor, eres mi lector y eres mi crítica, eres un pedazo de mí que de forma desesperada intenta anclarse en quien me lea, para poder dar a conocer lo que tantas conversaciones contigo me han llevado a seguir caminando siempre a tu lado de una sana manera.

Pero aun así, te preguntarás por qué decidí escribirte ahora y no en otro momento. Pues a esa pregunta debo contestar que llamó mi atención en los pasados días una historia que en forma de bella confidencialidad llegó hasta a mí, desde el corazón de un ser amado sufriendo por amor. Fue tanto tu dolor y confusión mientras narrabas lo que sentías, que tuve la profunda necesidad de poder ayudarte en la medida que me fuera posible a replantear lo sucedido, pues muchas personas al igual que tú, consideran sus sufrimientos como únicos, y no notan que los comparten con gran parte de la humanidad. Sin duda alguna, los casos afectivos son los más comunes. Por esto, aunque ya has sido notificada de ello, mis cartas son para ti; para ti que sufres cuando Dios te pide que te levantes y veas al mundo con ojos nuevos. £

Mi querida Verónica, en mi mundo, la prudencia es vital, por ello me vi obligado a esconder tu nombre en uno que no se le pudiera adjudicar a nadie cercano a mí, y así librar a cualquier persona de toda responsabilidad. Pero extrañamente noté que mientras escribía cada una de mis cartas para ti, cierto rostro que no correspondía al tuyo se prefiguraba por encima de todos los demás. Era un recuerdo maravilloso, vivo y esplendido de la forma en que mi corazón resume el nombre de Verónica Mulier. Pues, ¿cómo es posible que escribiera con el corazón sin que la mente prefigurara un destinatario acorde?, este extraño evento sucedió con mayor intensidad en mi pasada carta, así que no pude evitar esconder el nombre y apellido de tal antiguo y grato recuerdo en estas líneas de la forma más creativa y compleja que me fue posible, para que solo mis ojos puedan verlo y recordar siempre, que aunque la enfermedad que me lleva a morir a mi vida vieja y me regala una vida nueva transforme todo lo que soy, siempre recordaré con grato sentimiento a Verónica Mulier.

No imaginé que logaría que otras personas se vieran reflejadas en estas cartas, lo único que espero es que les pueda servir de algo así sea pequeño, y a ti, mi Verónica principal, que tal obsequio te sirva para afrontar los problemas de tu vida, de forma valiente y siempre confiando en que Dios no te abandonará jamás. Hasta el dolor más amargo puede ser transformado por amor, y una relación por el piso se puede recuperar si deciden amarse con el corazón.  No es un camino fácil, pero la vida no lo es en sí misma. Aun me queda muchísimo por morir pero en tal lucha me encuentro y te encuentras.

Yo seguiré escribiendo otras historias, a otros ocultos destinatarios. Es, mientras pueda, mi única herramienta para decirles: “no solo estoy con ustedes desde la oración sino desde el profundo amor que les guardo”.

Esperando serte útil en todo momento, quien te ama y quien te escribe. YO


P.D.: El nombre y apellido del recuerdo que ayudó a iluminar estas cartas me pertenece, no se mortifique intentando encontrarlo, pues hay verdades a las que solo podemos llegar si nos son reveladas.

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