martes, 10 de septiembre de 2013

Mi Amigo el Dragón (Última Parte)



Pero entonces, ¿cómo puedo vencerlo?, pregunté con ansias de un mayor saber. Él contestó:

-Enfrentándolo con amor. No cometas el error que muchos otros cometen al intentar recluir sus dragones en el sótano de sus conscientes haciéndose creer que nunca sucedieron esas amargas experiencias, o que no les afectan y se encuentran bien solo con ignorarlo. La mejor jugada de ese al que has identificado como un arlequín es hacerle creer a las personas que no existe, pero con su obrar te impide poder controlar tus propias pasiones y ellas le son de gran utilidad para que tus miedos te venzan. El deseo, la ira, la soberbia es lo mismo que una bella y atractiva mujer según tus gustos, un vikingo y un monarca; todas y cada una de las pasiones que no estén controladas te impiden luchar con tu dragón.

-Cada persona en la medida de lo posible debe dominar sus pasiones a fin de poder ver con más claridad su consciente, pero es algo que no logran en solo un par de días, sino que conlleva a un largo caminar confiados en mi amor, pues quien junto a mí desee caminar su pesada cruz deberá cargar.

 Yo pregunté: ¿Y si caigo una y otra vez?, ¿y si no confío y me vence Padre? 

-Si cayeras miles de veces antes de morir, miles de veces te ayudaría si así me lo pidieras. A diferencia de los seres humanos mi misericordia no posee límites y mi perdón es una fuente inagotable de amor; yo no los juzgo por sus actos sino por su amar detrás de ellos, pues te sorprendería cuantas personas a las que tus medios consideran crueles villanos en verdad obran así por ignorancia. Más culpa poseen los que valiéndose de esa ignorancia los convirtieron en creadores de dragones masivos.

¿Yo no puedo vencer a arlequín verdad?

-No hijito mío, no puedes. Eso es algo que me compete solo a mí, pero lo haré el día que aprendan a amar y estén listos para vivir en mi seno. El arlequín solo se mueve por el mundo retrasando tal momento, pero es inevitable que este suceda desde la venida de mi hijo.

Completamente extrañado volví a preguntar: ¿La venida de tu hijo?, en ese momento todo volvió a cambiar y ahora caminábamos por la orilla de una playa de aguas cristalinas y poco concurrida, solo a la distancia podía distinguir lo que parecían ser turistas disfrutar de las serenas aguas. Miré a mi Padre y ahora me encontraba caminando de la mano de un bello hombre de cabello largo y barba corta, vestía de túnica blanca completa, y su rostro era tan sereno y perfecto como el paisaje que me rodeaba, sus ojos negros como la noche tenían una especie de atracción casi hipnótica que me daba la sensación de sumergirme en un mar de gratos recuerdos; noté que sus muñecas estaban heridas, y aunque no sangraba podía ver un agujero en ellas de lado a lado.

-Mi hijo vino hace muchísimos años cuando la humanidad estuvo lista para aceptar su mensaje y les enseñó el camino del amor, el camino que conduce hasta mí. Habló como un maestro entre parábolas para enseñarles desde lo simple el mensaje verdadero; enseñó a hombres y mujeres, a pequeños y grandes, a todos los que se acercaron con fe lo que debían hacer para gozar de la felicidad; partió un pan y sirvió un vino como muestra de su amor y de nuestro deseo de permanecer entre ustedes reactualizando cada día el sacrifico más valioso de la historia. La entrega de la vida por el bien de todos.    

-Él les mostró el perdón, el amor y la salvación; les enseñó a través de ello, como derrotar a sus dragones, pues aun viendo lo que eran y lo que hacían, les amo hasta el extremo y sin hacer alarde de su categoría suprema entregó todo por ustedes, ya no eran sus siervos sino sus amigos. Pero el mensaje no fue asimilado sino por unos pocos, y cambiaron a su conveniencia lo que un día se les reveló, utilizaron mi nombre para cometer muchos crímenes, para separarse como hermanos, para buscar su beneficio personal, para señalar sus creencias como las verdaderas antes de amar al hermano que señalan y juzgan. Tanto amor les he entregado a lo largo de sus vidas y nadie me corresponde como debería, ni siquiera tú hijo mío.

Aquellas palabras se clavaron en mi corazón de una forma hiriente y dolorosa, haciéndome sentir culpable y avergonzado por mi actuar, pero él continuó.

-Tranquilo, yo te perdón, siempre lo haré si con amor te arrepientes. Quiero que sepas que yo no me avergüenzo de las sombras que existen en tu alma, pues al haberme hecho carne de tu carne por la venida de mi hijo, sé que por lo que sufres y padeces en esta tierra; no intento que elimines eso oscuro que existe en ti sino que lo transformes para tu propio provecho y el beneficio de los demás.

¿Intentas decirme que no debo matar a mi Dragón, sino domesticarlo?, pregunté sorprendido de mi propia conclusión, él contestó:

-Exactamente. No pretendo poner en tu espalda una carga que humanamente no puedes soportar; no se trata de matar a tu dragón, sino de saber reconocer que existe y enfrentarlo con mi gracia y el perdón, para hacerlo cada vez más pequeño hasta el punto de que puedas simplemente hablar con él y entender que aunque no lo planearas así, forma parte de tu vida y de las cosas que te integran; que no puedes cambiar el pasado pero si puedes transformar tu presente y hacer que tu futuro valga la pena para muchos más. Tu dragón no es tu enemigo, pues viéndolo así jamás entenderás que no se trata de derrotarlo (cosa que simplemente es ajena a tu capacidad) sino integrarlo y así podrás vencer su acción desordenada en ti.

-Pero ahora debes volver, ya has aprendido lo necesario para luchar esta batalla de por vida de una forma distinta; recuerda siempre estaré tan lejos de ti como tú mismo lo decidas. No te conviertas al igual que tantos que ponen su fe en seres humanos capaces de errar al igual que ellos antes que colocarla en mí, y cuando ven a esos hombres ser vencidos por sus dragones niegan mi obrar en el legado que les dejé con la venida de mi hijo. Cambian su fe con la facilidad que les genera lo atractivo de algo sensitivo o cualquier cosa que les alimente la idea de poder compartir mi poder en dominar ciertos aspectos de la naturaleza.  Recuerda, mi sacrificio de amor está a tu alcance cada día para renovar tus fuerzas, escondido en un pedazo de pan y un sorbo de vino, inentendible para toda mente lejana al amor, distante para toda alma incapaz de reconocer su belleza interna y su dragón escondido. Ahora vuelve.

  Y diciendo esto me tocó con sus suaves manos y un destello de luz se hizo frente a mis ojos, dejándome caer en un extraño vacio mientras que sentía desvanéceme en el aire.

Desperté nuevamente en el vasto lugar donde había luchado anteriormente con mi Dragón. Ahora, la luz del sol iluminaba el cambo y podía ver arboles en el horizonte moverse con el viento. Me sentía solo, pero sorprendido de todo lo que había pasado; sentía que tenía aun muchas más preguntas que hacerle a mi padre, que habían cosas que no entendí de todo lo que me contó. Pero de pronto una gruesa voz metálica sonó detrás de mí pronunciando mi nombre.

Al voltearme estaba de pie mi dragón ahora con la piel blanca y sin llamas, de menor tamaño que la última vez que lo vi. Yo no sentí temor ante su presencia sino que sonreí y como por obra de mi pensamiento apareció en mi mano el escudo con la cruz y en la otra en vez de una espada apareció un fuete con una cinta amarra a un extremo que decía. Toda bestia puede ser domada por el amor.

Yo me dispuse a batallar, pero el dragón soltó una metálica risa al viento y diciendo de forma clara dijo:

-Si con un fuete esperas vencerme la vida entera se te irá en ello.

Sonreí brevemente y con un llamado de mi corazón pude ver a mi lado aparecer al señor “R” que saltaba de lado a lado con el chimpancé tomado de la mano, miré al cielo y cerrando los ojos sentí la fresca brisa que se posaba en mi rostro junto a los delicados rallos del sol. Como un susurro suave en mi oído escuché levemente: Yo siempre estaré contigo.

Observando a mi dragón aun sonriendo, apreté con fuerza el fuete y mi escudo y solo me atreví a decir con gran felicidad:

Bienvenido a mi vida amigo mío.
FIN.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Mi Amigo el Dragón (XI Parte)



El posó sus suaves y dulces manos sobre mis mejillas y dijo:

-Te has enfrentado a tus miedos, dolores y más grandes temores, has luchado con valentía con lo que por mucho tiempo has guardado en lo más hondo de ti, pero no lo derrotaste.

-¿O sea que estoy muerto?, pregunté sin ninguna preocupación ante tanta felicidad. El sonriendo contestó:

-No, no estás muerto. Estamos en tu imaginación, la manera en que proyectas a través de mí, tú alma y mi obrar en ella; aquí las leyes son eternas, físicamente no puedes morir en este lugar, pero partes que te integran pueden perecer según escoja tu voluntad. 

¿O sea que nada de esto es real?, pregunté extrañado. El sonriendo aún más solo dijo:

-La realidad mi amado hijito, no es algo ajeno a la mente.

Yo me encontraba confundido, pero sentía que habían tantas cosas por preguntar que no me atreví a detenerme en esa pregunta, pero él como adivinando mí pensar me dijo:

-Verás, como te dije anteriormente el amor es de toda las fuerzas la principal del universo, existe y opera en cada creatura, es mí esencia y una manera simple en la que puedes definirme si eso te preocupa. Por amor te creé y te he estado llamando a lo largo de tu vida, tengo pensado hacer de ti un gran instrumento; la decisión de contestarme siempre al igual que el resto de los seres humanos es, fue y será tuya, pues aunque pudiendo, te amo tanto que no interfiero en tu libertad para escoger. Al igual que el resto de la humanidad has nacido con la capacidad de discernir el bien del mal y en esa capacidad tu libertad juega un papel fundamental. Eres responsable de tus acciones en esta vida y luego de ella.

Yo estaba fascinado en el mayor estado de paz y plenitud que haya podido imaginar, pero de pronto me tomó de la mano y levantándose me invitó a caminar. Cuando me dispuse hacerlo noté que mi cuerpo estaba perfecto e intacto sin ningún rasguño, y como un cambio repentino de escenario me encontraba ahora caminando entre los pasillos de un centro comercial que conocía muy bien y visitaba frecuentemente; las personas parecían estar a un ritmo mucho más rápido que el nuestro, en el que apenas y podía distinguirles en sus veloces movimientos y caminar. Pero fue aún más sorpresivo ver que ahora caminaba de manos de un hombre negro, alto de bajo cabello y ojos negros, similar a un miembro de alguna tribu africana
.
Antes de poder decir nada por mi sorpresa, el hombre continuó con una sonrisa:

-Yo no creé a unos hombres y a otros no, todos son amados por mí incluso con las malas acciones de sus libertades. Lo externo es inverosímil y no sirve como belleza, pero aprenderlo conlleva a un largo caminar para los que no han aprendido a amar, incluso muy largo para ti. En ocasiones es tanta la vanidad que vive en los ojos humanos que son incapaces de ver la belleza que se esconde en ustedes mismos, y se preocupan por cuidar lo que el tiempo marchitará y el mundo olvidará.

-Yo intento en la medida que sea escuchado mostrar esa belleza, enseñarles a amar y cuanto les amo, enseñarles lo simple que es mi actuar y obrar en el mundo, pues aunque desarrollan la inteligencia suficiente como para construir una bomba de destrucción masiva no hacen lo mismo para aceptar que siempre estoy a su lado y que solos no pueden salvarse ni derrotar a ningún dragón. Por colocarte un ejemplo te traje aquí, donde las personas están tan afanadas de lo material que no pueden notar que estamos caminando absolutamente visibles entre ellos.

Yo veía todo pasar muy rápido en comparación a nosotros, pero al cabo de un instante pregunté: ¿si no estoy muerto realmente, quiere decir que debo volver?

El volteó sus grandes pero aun cautivantes ojos hacia mí y contestó: 

-Sí, debes volver. Debes hacerlo una y otra vez cuantas veces sea necesario, pues es mucho lo que te falta por recorrer. Tu Dragón ahora es más pequeño, pues lo has herido con la espada del perdón. Perdonarte a ti mismo y a otros hace que tus miedos y fracasos sean poco a poco integrados en tu vida como hechos puntuales que simplemente sucedieron y que puedes transformar en experiencias de aprendizaje y así no dejar que ellos acaben contigo. El escudo con el que te protegías era mi gracia, mi regalo ante el amor que te tengo, pero solo puede ser encontrado si las personas tienen la disposición de recibirlo. Ya sabes, aquello de no obligar a nadie por amor.

-Muchos de mis hijos claman a cada instante porque detenga sus dolores, dolores en los que muchas veces tienen culpa ellos mismo de padecer, pero olvidan su libertad para escoger, no entienden que ellos mismo son la fuerza que debe hacer el cambio, que deben enfrentar a sus dragones con mi gracia y compañía, pero que no puedo vencerlo por ellos. Es como el niño que sube de grado porque sus padres acuerdan con sus maestros y no por su propio esfuerzo. Estará en un nivel que no valorará pues no ha tenido mérito alguno ni ha hecho nada por conseguirlo. No entenderá mucho de lo que sus compañeros de clase entienden con facilidad y jamás podrá ser visto con igualdad por su maestro. 

Pero, ¿y las personas que padecen sufrimientos en los que no tienen culpa alguna?, ¿Por qué tienen que padecer el mal de otros?, ¿por qué no los salvas de ello?

En un instante estaba caminando en el medio de un campo de guerra, se escuchaban disparos y explosiones por todas partes. Gritos y hombres cayendo muertos, pude ver a uno ser asesinado en frente de su pequeño hijo, a una mujer que intentaban violar algunos soldados y muchas atrocidades más. Yo me sentía asustado y comencé a llorar, prefería abrazar a mi Padre con fuerza para no ver lo que estaba pasando; él me tomó con sus suaves manos y levanto mi rostro para seguir caminando, pero ahora todo estaba pasando muy rápido, de la misma forma que el centro comercial, y junto a mí estaba ahora propia madre, sujetándome de la mano con un rostro sonriente e inundado de paz.

-El mal de algunos es el sufrimiento de todos. Cuando el amor no ha sido descubierto por las personas, cometen en el mal uso de su libertad toda clase de actos en contra del amor. Pero debes entender que respetando su libertad no interfiero en sus acciones, todo esto que vez es necesario para que aprendan de sus errores más tarde o temprano y puedan vivir en el amor. Por lo tanto todo cuanto sucede, sucede por amor, por la libertad que les brinda mi amor, pero ello no significa que la historia está ajena a mi plan de salvación, que he abandonado a alguno de mis hijos o que me he ausentado en otras partes del universo, siempre tengo a ángeles cuidando de cada uno de ustedes; ahora mismo ves reflejado en mí a uno de ellos, uno muy valioso para ti.

-De un mal humano yo puedo sacar un bien eterno y a través del dolor que entre ustedes se causan puedo sacar la bondad, la piedad, la misericordia y la caridad de ustedes mismos. Mostrándoles la belleza que guardan en su interior.  

-Se preocupan por cosas que son ajenas a ustedes en vez de entregarlas en mis manos. Creen que la muerte de la carne es lo peor que les puede suceder cuando no saben si les resulta mejor estar vivos en este mundo que en mi regazo después de la muerte. Todo cuanto sucede tiene una razón de ser, pero yo que observo todo en la eternidad entiendo su preocupación en la finitud de sus cortas vidas. Nacen dragones por estos actos a cada instante y comienza el largo recorrido de entender como vencerlos.

Pero entonces, ¿cómo puedo vencerlo?, pregunté con ansias de un mayor saber. Él contestó…

Continuará

viernes, 6 de septiembre de 2013

Mi Amigo el Dragón (X Parte)



En un momento el dragón dejó de escupir fuego y haciendo una gran fuerza con el escudo lo separé de mi pecho para correr hacia la espada, pero mis piernas laceradas por el fuego apenas y contaban con fuerza para levantarme; entre tropiezos y desesperación me arrastré hasta la espada y estando a pocos centímetros de alcanzarla un enorme peso se abalanzó sobre mí. Pude sentir la descomunal pata del dragón tumbándome y apretando mi cuerpo contra la tierra, que junto a mi dolor en las piernas me impedían alcanzar la espada ya a solo pocos centímetros de mi brazo extendido que con desesperación intentaba agarrarla.  

Pero un enorme dolor se sembró en mi hombro derecho como si un gran puñal lo acabara de traspasar y levantando la mirada pude ver una de las garras de la pata del dragón atravesando  completamente mi hombro quien con un rápido movimiento empujó mi cuerpo contra la tierra. Grité desesperado del dolor que se clavaba en mi carne como acero al rojo vivo; en ese instante pude sentir debajo de mi brazo la espada de metal rojizo que después de tomarla con fuerza para no perderla me sirvió de apoyo para impulsar mi cuerpo hacia la zanja librándome de aquella terrible garra.

El dragón ante el desnivel del suelo tambaleó su enorme cuerpo, pero en un respiro estaba nuevamente dispuesto a atacar; inclinó su cabeza hacia mí de forma amenazante, pero con el impulso del deseo de vivir tomé la espada y levantándola con todas mis fuerzas pude herir su cuello con un corte rápido y certero.

De la enorme bestia salió un grito metálico que retumbó el suelo del lugar mientras que de su cuello comenzó a salir una especie de sangre negra acompañada de una turbia neblina. Aquel potente sonido fue perdiéndose entre la espesa neblina que había inundado el lugar, así que colocándome en pie como pude me acerqué al escudo; sabía que la herida no había sido mortal, pero pronto noté que el sonido metálico se había extinguido en la neblina y me encontré raramente solo en aquel basto y calcinado lugar.

Estuve atento apoyado sobre mi escudo ya que mis piernas habían perdido toda fuerza, pero el corazón comenzó a latir con mucha fuerza cuando pasos distintos a los de una bestia se escuchaban en la oscuridad. Parecían venir de todos lados, y a donde voltearan mis ojos siluetas de figuras semihumanas se desdibujaban y aparecían entre la neblina con poca claridad. 

Tomé la espada con fuerza y frente a mis ojos de la oscura neblina salió la bella figura de  una mujer alta desbordante de sensualismo, vestía de negro, con el cabello oscuro como la piedra de azabache que parecía tener un poder casi hipnótico en mí. Escuché nuevos pasos y girando lenta y sorprendidamente la cabeza pude ver a mi derecha a un hombre musculoso de cabello largo y descuidado, vestía una falda vikinga con el pecho descubierto, con una enorme espada en su mano y en la otra un hacha, sus ojos parecían desorbitados junto a unos dientes mostrados de forma amenazante que daba la impresión de un hombre a punto de atacar en batalla. Nuevos pasos escuché entre la neblina y girando mi cabeza a la izquierda estaba lo que parecía ser un rey, pues vestía una elegante ropa antigua, con una capa real roja de bordes blancos, sobre su cabeza una bella corona de oro y diamante y en su mano un cetro del mismo material. A cada instante escuchaba nuevos pasos y otras figuras aparecían en la neblina, no sabía que hacer pues solo se paraban alrededor de forma amenazante.    

Pero mientras contemplaba aquellos extraños personajes, un ruido nuevamente metálico se escuchó detrás. Volteé con la velocidad que mi lacerado cuerpo me permitía y me encontré con un dragón similar al anterior pero esta vez más pequeño, apenas algo más de un metro más que yo. Me dispuse a ponerme en guardia pero unas manos heladas me sujetaron del brazo y pude ver a la alta mujer de hace un instante clavar sus uñas con tal fuerza que solté la espada intentando librarme; mi otro brazo fue sujetado por el hombre de apariencia vikinga, ambos extendían en sentido contrario dejándome sin armas para la lucha; el rey se acercó como un fantasma y tomándome con fuerza del cuello con ayuda de su cetro me derribó al suelo.

Sin duda me sentía desesperado, pero aquel sentimiento agravó cuando vi al nuevo dragón parado frente a mí abriendo la boca y mostrando sus enormes y afilados dientes dispuesto a matar. Mirando aquella espantosa figura mis ojos voltearon lentamente a la silueta que se dibujaba apenas visible detrás de él, era el Arlequín que me miraba con una enorme sonrisa.

Por un momento parecía el tiempo haberse retrasado de su velocidad normal, estaba seguro que estaba a punto de enfrentar la muerte. Cerré los ojos al ver la boca del dragón abalanzarse sobre mí y con un leve susurro como el de la hoja del árbol que cae suavemente con la brisa en el suelo pensé en el misterio, con los labios casi sin vida y una lágrima desprendiéndose para morir en mi lacerado rostro pronuncié mi último pensamiento antes de morir. “Padre, ayúdame”. Un breve pero penetrante dolor se clavó en mi rostro y como vencido por el sueño el mundo se desvaneció.
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Extrañamente me encontraba sentado en la rueda de un pequeño parque infantil, donde niños jugaban con sus padres en el sube y baja o el columpio con absoluta normalidad. De pronto un niño similar al señor “R” se acercó hasta la rueda y se sentó a mi lado, tenía el rostro resplandeciente de luz, con unos cautivantes ojos café y su sonrisa era como sumergirse en un mar de paz. Me miró fijamente y tomando mi mano dijo:

-Aquí estoy hijito mío.

Yo no pude encontrar palabras pues no podía explicar lo que estaba pasando, el continuó.

-Aquí he estado siempre, esperándote, aguardando con el más puro amor que vinieras a mí; te he visto desde antes que tu madre te concibiera, en tus días y noches, en tus logros y fracasos, en tus proyectos y ausencias. Mi hijo amado, cuanto he esperado este momento.

Yo me atreví a pronunciar de modo casi audible: ¿Quién eres tú?, y aquel ser sin perder la cautivante sonrisa de su rostro contestó:

-Yo soy el que soy. En esta casa tu Padre y creador, ese al que tu sabiduría llama misterio y que tu yo interno llama papa, ese que ha liberado al dragón para que lo enfrentaras y crecieras, el reflejo en el espejo de la habitación con forma de depósito, quien conducía el vehículo de colores para llevarte a nuevos castillos, quien te permite crear este maravilloso mundo fantástico con apariencia de casa mágica, la brisa de este parque y el ser que más te ama en todo el universo.

Yo miraba aquel pequeño niño y por una extraña razón comencé a llorar profundamente. No podía describir el sentimiento que embargaba mi corazón, por una parte sentía el más bello de los momentos como si la felicidad entera la tuviera a mi alcance, por otro un sentir de vergüenza ante mi incapacidad de haberle reconocido antes; solo quería quedarme sentado en aquel lugar por el resto de la eternidad. Era como si todo lo que existiera había perdido importancia ante tanta felicidad y amor que se vaciaba en mí.

Guardé un instante en silencio mientras intentaba controlarme y pregunté:

-¿Que ha pasado? 

El posó sus suaves y dulces manos sobre mis mejillas y dijo…

                                                                                                                                                                               Continuará

jueves, 5 de septiembre de 2013

Mi Amigo el Dragón (IX Parte)



Al abrir la puerta el grito de negación del señor “R” retumbó en el lugar con gran fuerza y de aquella puerta salió una enorme cantidad de agua que terminó arrastrándome varios metros atrás. Luego de un momento de pánico y ahogo sentí las pequeñas manos de mi pequeño yo ayudándome entre risas a levantarme.

-¿Qué se supone que fue eso?

Él contestó aun riendo: Tu vanidad. Ella deja trampas en este castillo para que creas que dominas ciertos aspectos de tu vida y que no necesitas estudiarlos más, pero en realidad te encuentras con habitaciones como estas, que siempre requieren ser reestudiadas.

Los dos nos miramos fijamente y al contemplar nuestro empapado alrededor. Estallamos en risas.

Pero mi risa duraría poco, pues ante mis ojos una puerta negra forjada en hierro estaba siendo señalada por un letrero que decía: “Dragón de Fuego”. Después de quedar casi hipnotizado por un instante el señor “R” que me miraba de forma esperanzadora me tomo de la mano y me dijo:

-Ven levántate quiero mostrarte algo

Luego de caminar un momento volvimos a detenernos en la puerta de oro que señalaba el letrero de “Misterio”, la abrió y entramos al depósito de hace un momento, mi pequeño amigo me ordenó quedarme en la puerta y se fue caminando por el pasillo mientras observaba  los objetos amontonados como quien espera encontrar algo.

Yo me quede observando aquel extraño lugar nuevamente, al cabo de un instante me encontré parado frente al espejo en medio de la biblioteca semicircular; pero al observarme en él, mi reflejo se presentaba completamente distinto; ahora me veía más robusto, con semblante de autoridad, en mi mano portaba una espada de algún extraño metal rojizo y en la otra un escudo con una cruz en el centro, mi vestimenta era una especie de armadura ligera y mis ojos reflejaban una gran confianza como la de un victorioso después de una batalla.

En ese instante el señor “R” volvía con una bolsa en la espalda y un escudo en la mano, de la bolsa sacó una espada de metal rojizo que al igual que el escudo eran idénticos a los que acababa de contemplar en el espejo. Se paró frente a mí entregándome la carga y dijo:

-Aquí tienes. Las armas más poderosas para enfrentar a tu dragón. Ambas están hechas de amor por lo tanto son tu mejor defensa. Quiero advertirte que en el momento que entres a ese lugar estarás a merced del arlequín pues hará hasta lo imposible para que la batalla la libres sin intervención de alguno de nosotros; pero recuerda tu eres libre de escoger, él no puede controlar tu voluntad para enfrentar esto.

Caminábamos fuera de la habitación hacia la puerta de metal negra mientras el continuaba dándome instrucciones para la batalla, decía:

-Por nada del mundo pierdas tus armas, recuerda están hechas de amor, saber esto te será de gran ayuda. Recuerda todo lo aprendido hasta ahora y sal por esa puerta victorioso. 

Sacó de la bolsa un casco y una especie de protección de malla metálica para el pecho, luego de ponérmelas y tomar mis armas me paré frente a la puerta con a mi pequeño yo al lado. Me tomó de la mano y dijo: 

-ADELANTE, HAZLO

Yo me acerqué lentamente a la puerta y mi corazón comenzó a latir con tal fuerza que podía sentirle golpear mis costillas con sus latidos. Tomé el picaporte y abrí la puerta despacio intentando adelantar la mirada a lo que me esperaba adentro. La mano del señor “R” apretó mi muñeca y como el polvo que arrastra la brisa se desvaneció en el aire.

En un instante la habitación circular desapareció y todo se hundió en una neblina oscura, no podía ver prácticamente nada pero me encontraba en un extenso campo que parecía haber sido consumido por un voraz incendio; pero una extraña brisa helada atravesó el lugar invadiendo mi cuerpo con la sensación de millones de astillas de hielo que se clavaban en mis huesos; bajo un susurro fantasmal escuché claramente una aguda voz en el viento que decía: ¿Estás Listo?

Un fuerte rugido metálico se escuchó en el lugar y pude ver salir a un enorme dragón de fuego desde la cueva de una colina. Su aspecto parecía lucir más aterrador que antes, mientras que con grandes pasos se acercaba a mí. Yo apreté aun con más fuerzas mis armas intentando recordar de alguna manera las instrucciones del señor “R”, pero el dragón llegó a unos escasos metros de mí, me observó con sus temibles ojos rojo fuego y rugió con fuerza descomunal.

Yo sentí como si aquel rugido había traspasado mi cuerpo con miles de ajugas, levanté la espada para atacar pero el volvió a rugir, tumbándome al suelo de forma estrepitosa. En un momento me encontré tumbado en el suelo con la bestia dispuesta a matarme, miré mis temblorosas manos y noté que había perdido mis armas y mi casco en la caída. Rápidamente busque con la mirada desesperada el escudo que se encontraba a escasos pasos, con fuerza lo tome y protegí mi rostro y pecho, pero el dragón escupió una bocanada de fuego negro sobre él, y este comenzó a calentarme las manos, pero fue suplantado por el dolor insoportable que sentía en mis piernas no protegidas por el  escudo.

Desesperado miraba como el fuego me lastimaba de forma cruel, así que busqué la espada a mi alrededor. Pude verla a escasos metros en una pequeña zanja. En un momento el dragón dejó de escupir fuego y haciendo una gran fuerza con el escudo lo separé de mi pecho para correr hacia la espada, pero mis piernas laceradas por el fuego apenas y contaban con fuerza para levantarme;  entre tropiezos y desesperación me arrastré hasta la espada y estando a pocos centímetros de alcanzarla un...

                                                                                                                                             Continuará