Al abrir la
puerta el grito de negación del señor “R” retumbó en el lugar con gran fuerza y
de aquella puerta salió una enorme cantidad de agua que terminó arrastrándome varios
metros atrás. Luego de un momento de pánico y ahogo sentí las pequeñas manos de
mi pequeño yo ayudándome entre risas a levantarme.
-¿Qué se
supone que fue eso?
Él contestó
aun riendo: Tu vanidad. Ella deja trampas en este castillo para que creas que
dominas ciertos aspectos de tu vida y que no necesitas estudiarlos más, pero en
realidad te encuentras con habitaciones como estas, que siempre requieren ser
reestudiadas.
Los dos nos
miramos fijamente y al contemplar nuestro empapado alrededor. Estallamos en
risas.
Pero mi risa duraría
poco, pues ante mis ojos una puerta negra forjada en hierro estaba siendo
señalada por un letrero que decía: “Dragón de Fuego”. Después de quedar casi
hipnotizado por un instante el señor “R” que me miraba de forma esperanzadora
me tomo de la mano y me dijo:
-Ven levántate
quiero mostrarte algo
Luego de
caminar un momento volvimos a detenernos en la puerta de oro que señalaba el
letrero de “Misterio”, la abrió y entramos al depósito de hace un momento, mi
pequeño amigo me ordenó quedarme en la puerta y se fue caminando por el pasillo
mientras observaba los objetos
amontonados como quien espera encontrar algo.
Yo me quede
observando aquel extraño lugar nuevamente, al cabo de un instante me encontré
parado frente al espejo en medio de la biblioteca semicircular; pero al
observarme en él, mi reflejo se presentaba completamente distinto; ahora me
veía más robusto, con semblante de autoridad, en mi mano portaba una espada de algún
extraño metal rojizo y en la otra un escudo con una cruz en el centro, mi
vestimenta era una especie de armadura ligera y mis ojos reflejaban una gran
confianza como la de un victorioso después de una batalla.
En ese
instante el señor “R” volvía con una bolsa en la espalda y un escudo en la mano,
de la bolsa sacó una espada de metal rojizo que al igual que el escudo eran idénticos
a los que acababa de contemplar en el espejo. Se paró frente a mí entregándome la
carga y dijo:
-Aquí tienes. Las
armas más poderosas para enfrentar a tu dragón. Ambas están hechas de amor por
lo tanto son tu mejor defensa. Quiero advertirte que en el momento que entres a
ese lugar estarás a merced del arlequín pues hará hasta lo imposible para que
la batalla la libres sin intervención de alguno de nosotros; pero recuerda tu
eres libre de escoger, él no puede controlar tu voluntad para enfrentar esto.
Caminábamos fuera
de la habitación hacia la puerta de metal negra mientras el continuaba dándome instrucciones
para la batalla, decía:
-Por nada del
mundo pierdas tus armas, recuerda están hechas de amor, saber esto te será de
gran ayuda. Recuerda todo lo aprendido hasta ahora y sal por esa puerta
victorioso.
Sacó de la
bolsa un casco y una especie de protección de malla metálica para el pecho,
luego de ponérmelas y tomar mis armas me paré frente a la puerta con a mi
pequeño yo al lado. Me tomó de la mano y dijo:
-ADELANTE,
HAZLO
Yo me acerqué
lentamente a la puerta y mi corazón comenzó a latir con tal fuerza que podía
sentirle golpear mis costillas con sus latidos. Tomé el picaporte y abrí la
puerta despacio intentando adelantar la mirada a lo que me esperaba adentro. La
mano del señor “R” apretó mi muñeca y como el polvo que arrastra la brisa se
desvaneció en el aire.
En un instante
la habitación circular desapareció y todo se hundió en una neblina oscura, no podía
ver prácticamente nada pero me encontraba en un extenso campo que parecía haber
sido consumido por un voraz incendio; pero una extraña brisa helada atravesó el
lugar invadiendo mi cuerpo con la sensación de millones de astillas de hielo que
se clavaban en mis huesos; bajo un susurro fantasmal escuché claramente una aguda
voz en el viento que decía: ¿Estás Listo?
Un fuerte
rugido metálico se escuchó en el lugar y pude ver salir a un enorme dragón de
fuego desde la cueva de una colina. Su aspecto parecía lucir más aterrador que
antes, mientras que con grandes pasos se acercaba a mí. Yo apreté aun con más
fuerzas mis armas intentando recordar de alguna manera las instrucciones del
señor “R”, pero el dragón llegó a unos escasos metros de mí, me observó con sus
temibles ojos rojo fuego y rugió con fuerza descomunal.
Yo sentí como
si aquel rugido había traspasado mi cuerpo con miles de ajugas, levanté la
espada para atacar pero el volvió a rugir, tumbándome al suelo de forma
estrepitosa. En un momento me encontré tumbado en el suelo con la bestia
dispuesta a matarme, miré mis temblorosas manos y noté que había perdido mis
armas y mi casco en la caída. Rápidamente busque con la mirada desesperada el
escudo que se encontraba a escasos pasos, con fuerza lo tome y protegí mi
rostro y pecho, pero el dragón escupió una bocanada de fuego negro sobre él, y
este comenzó a calentarme las manos, pero fue suplantado por el dolor insoportable
que sentía en mis piernas no protegidas por el
escudo.
Desesperado miraba
como el fuego me lastimaba de forma cruel, así que busqué la espada a mi
alrededor. Pude verla a escasos metros en una pequeña zanja. En un momento el
dragón dejó de escupir fuego y haciendo una gran fuerza con el escudo lo separé
de mi pecho para correr hacia la espada, pero mis piernas laceradas por el
fuego apenas y contaban con fuerza para levantarme; entre tropiezos y desesperación me arrastré
hasta la espada y estando a pocos centímetros de alcanzarla un...
Continuará
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