jueves, 5 de septiembre de 2013

Mi Amigo el Dragón (IX Parte)



Al abrir la puerta el grito de negación del señor “R” retumbó en el lugar con gran fuerza y de aquella puerta salió una enorme cantidad de agua que terminó arrastrándome varios metros atrás. Luego de un momento de pánico y ahogo sentí las pequeñas manos de mi pequeño yo ayudándome entre risas a levantarme.

-¿Qué se supone que fue eso?

Él contestó aun riendo: Tu vanidad. Ella deja trampas en este castillo para que creas que dominas ciertos aspectos de tu vida y que no necesitas estudiarlos más, pero en realidad te encuentras con habitaciones como estas, que siempre requieren ser reestudiadas.

Los dos nos miramos fijamente y al contemplar nuestro empapado alrededor. Estallamos en risas.

Pero mi risa duraría poco, pues ante mis ojos una puerta negra forjada en hierro estaba siendo señalada por un letrero que decía: “Dragón de Fuego”. Después de quedar casi hipnotizado por un instante el señor “R” que me miraba de forma esperanzadora me tomo de la mano y me dijo:

-Ven levántate quiero mostrarte algo

Luego de caminar un momento volvimos a detenernos en la puerta de oro que señalaba el letrero de “Misterio”, la abrió y entramos al depósito de hace un momento, mi pequeño amigo me ordenó quedarme en la puerta y se fue caminando por el pasillo mientras observaba  los objetos amontonados como quien espera encontrar algo.

Yo me quede observando aquel extraño lugar nuevamente, al cabo de un instante me encontré parado frente al espejo en medio de la biblioteca semicircular; pero al observarme en él, mi reflejo se presentaba completamente distinto; ahora me veía más robusto, con semblante de autoridad, en mi mano portaba una espada de algún extraño metal rojizo y en la otra un escudo con una cruz en el centro, mi vestimenta era una especie de armadura ligera y mis ojos reflejaban una gran confianza como la de un victorioso después de una batalla.

En ese instante el señor “R” volvía con una bolsa en la espalda y un escudo en la mano, de la bolsa sacó una espada de metal rojizo que al igual que el escudo eran idénticos a los que acababa de contemplar en el espejo. Se paró frente a mí entregándome la carga y dijo:

-Aquí tienes. Las armas más poderosas para enfrentar a tu dragón. Ambas están hechas de amor por lo tanto son tu mejor defensa. Quiero advertirte que en el momento que entres a ese lugar estarás a merced del arlequín pues hará hasta lo imposible para que la batalla la libres sin intervención de alguno de nosotros; pero recuerda tu eres libre de escoger, él no puede controlar tu voluntad para enfrentar esto.

Caminábamos fuera de la habitación hacia la puerta de metal negra mientras el continuaba dándome instrucciones para la batalla, decía:

-Por nada del mundo pierdas tus armas, recuerda están hechas de amor, saber esto te será de gran ayuda. Recuerda todo lo aprendido hasta ahora y sal por esa puerta victorioso. 

Sacó de la bolsa un casco y una especie de protección de malla metálica para el pecho, luego de ponérmelas y tomar mis armas me paré frente a la puerta con a mi pequeño yo al lado. Me tomó de la mano y dijo: 

-ADELANTE, HAZLO

Yo me acerqué lentamente a la puerta y mi corazón comenzó a latir con tal fuerza que podía sentirle golpear mis costillas con sus latidos. Tomé el picaporte y abrí la puerta despacio intentando adelantar la mirada a lo que me esperaba adentro. La mano del señor “R” apretó mi muñeca y como el polvo que arrastra la brisa se desvaneció en el aire.

En un instante la habitación circular desapareció y todo se hundió en una neblina oscura, no podía ver prácticamente nada pero me encontraba en un extenso campo que parecía haber sido consumido por un voraz incendio; pero una extraña brisa helada atravesó el lugar invadiendo mi cuerpo con la sensación de millones de astillas de hielo que se clavaban en mis huesos; bajo un susurro fantasmal escuché claramente una aguda voz en el viento que decía: ¿Estás Listo?

Un fuerte rugido metálico se escuchó en el lugar y pude ver salir a un enorme dragón de fuego desde la cueva de una colina. Su aspecto parecía lucir más aterrador que antes, mientras que con grandes pasos se acercaba a mí. Yo apreté aun con más fuerzas mis armas intentando recordar de alguna manera las instrucciones del señor “R”, pero el dragón llegó a unos escasos metros de mí, me observó con sus temibles ojos rojo fuego y rugió con fuerza descomunal.

Yo sentí como si aquel rugido había traspasado mi cuerpo con miles de ajugas, levanté la espada para atacar pero el volvió a rugir, tumbándome al suelo de forma estrepitosa. En un momento me encontré tumbado en el suelo con la bestia dispuesta a matarme, miré mis temblorosas manos y noté que había perdido mis armas y mi casco en la caída. Rápidamente busque con la mirada desesperada el escudo que se encontraba a escasos pasos, con fuerza lo tome y protegí mi rostro y pecho, pero el dragón escupió una bocanada de fuego negro sobre él, y este comenzó a calentarme las manos, pero fue suplantado por el dolor insoportable que sentía en mis piernas no protegidas por el  escudo.

Desesperado miraba como el fuego me lastimaba de forma cruel, así que busqué la espada a mi alrededor. Pude verla a escasos metros en una pequeña zanja. En un momento el dragón dejó de escupir fuego y haciendo una gran fuerza con el escudo lo separé de mi pecho para correr hacia la espada, pero mis piernas laceradas por el fuego apenas y contaban con fuerza para levantarme;  entre tropiezos y desesperación me arrastré hasta la espada y estando a pocos centímetros de alcanzarla un...

                                                                                                                                             Continuará 


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