Pero entonces, ¿cómo puedo vencerlo?, pregunté con ansias
de un mayor saber. Él contestó:
-Enfrentándolo con amor. No cometas el error que muchos
otros cometen al intentar recluir sus dragones en el sótano de sus conscientes haciéndose
creer que nunca sucedieron esas amargas experiencias, o que no les afectan y se
encuentran bien solo con ignorarlo. La mejor jugada de ese al que has
identificado como un arlequín es hacerle creer a las personas que no existe,
pero con su obrar te impide poder controlar tus propias pasiones y ellas le son
de gran utilidad para que tus miedos te venzan. El deseo, la ira, la soberbia
es lo mismo que una bella y atractiva mujer según tus gustos, un vikingo y un
monarca; todas y cada una de las pasiones que no estén controladas te impiden luchar
con tu dragón.
-Cada persona en la medida de lo posible debe dominar sus
pasiones a fin de poder ver con más claridad su consciente, pero es algo que no
logran en solo un par de días, sino que conlleva a un largo caminar confiados
en mi amor, pues quien junto a mí desee caminar su pesada cruz deberá cargar.
Yo pregunté: ¿Y si
caigo una y otra vez?, ¿y si no confío y me vence Padre?
-Si cayeras miles de veces antes de morir, miles de veces
te ayudaría si así me lo pidieras. A diferencia de los seres humanos mi misericordia
no posee límites y mi perdón es una fuente inagotable de amor; yo no los juzgo
por sus actos sino por su amar detrás de ellos, pues te sorprendería cuantas
personas a las que tus medios consideran crueles villanos en verdad obran así
por ignorancia. Más culpa poseen los que valiéndose de esa ignorancia los
convirtieron en creadores de dragones masivos.
¿Yo no puedo vencer a arlequín verdad?
-No hijito mío, no puedes. Eso es algo que me compete solo
a mí, pero lo haré el día que aprendan a amar y estén listos para vivir en mi
seno. El arlequín solo se mueve por el mundo retrasando tal momento, pero es
inevitable que este suceda desde la venida de mi hijo.
Completamente extrañado volví a preguntar: ¿La venida de tu
hijo?, en ese momento todo volvió a cambiar y ahora caminábamos por la orilla
de una playa de aguas cristalinas y poco concurrida, solo a la distancia podía
distinguir lo que parecían ser turistas disfrutar de las serenas aguas. Miré a
mi Padre y ahora me encontraba caminando de la mano de un bello hombre de
cabello largo y barba corta, vestía de túnica blanca completa, y su rostro era
tan sereno y perfecto como el paisaje que me rodeaba, sus ojos negros como la
noche tenían una especie de atracción casi hipnótica que me daba la sensación
de sumergirme en un mar de gratos recuerdos; noté que sus muñecas estaban
heridas, y aunque no sangraba podía ver un agujero en ellas de lado a lado.
-Mi hijo vino hace muchísimos años cuando la humanidad
estuvo lista para aceptar su mensaje y les enseñó el camino del amor, el camino
que conduce hasta mí. Habló como un maestro entre parábolas para enseñarles
desde lo simple el mensaje verdadero; enseñó a hombres y mujeres, a pequeños y
grandes, a todos los que se acercaron con fe lo que debían hacer para gozar de
la felicidad; partió un pan y sirvió un vino como muestra de su amor y de
nuestro deseo de permanecer entre ustedes reactualizando cada día el sacrifico
más valioso de la historia. La entrega de la vida por el bien de todos.
-Él les mostró el perdón, el amor y la salvación; les enseñó
a través de ello, como derrotar a sus dragones, pues aun viendo lo que eran y
lo que hacían, les amo hasta el extremo y sin hacer alarde de su categoría suprema
entregó todo por ustedes, ya no eran sus siervos sino sus amigos. Pero el
mensaje no fue asimilado sino por unos pocos, y cambiaron a su conveniencia lo
que un día se les reveló, utilizaron mi nombre para cometer muchos crímenes, para
separarse como hermanos, para buscar su beneficio personal, para señalar sus
creencias como las verdaderas antes de amar al hermano que señalan y juzgan. Tanto amor les he entregado a lo largo de
sus vidas y nadie me corresponde como debería, ni siquiera tú hijo mío.
Aquellas palabras se clavaron en mi corazón de una forma
hiriente y dolorosa, haciéndome sentir culpable y avergonzado por mi actuar,
pero él continuó.
-Tranquilo, yo te perdón, siempre lo haré si con amor te
arrepientes. Quiero que sepas que yo no me avergüenzo de las sombras que
existen en tu alma, pues al haberme hecho carne de tu carne por la venida de mi
hijo, sé que por lo que sufres y padeces en esta tierra; no intento que elimines
eso oscuro que existe en ti sino que lo transformes para tu propio provecho y
el beneficio de los demás.
¿Intentas decirme que no debo matar a mi Dragón, sino
domesticarlo?, pregunté sorprendido de mi propia conclusión, él contestó:
-Exactamente. No pretendo poner en tu espalda una carga que
humanamente no puedes soportar; no se trata de matar a tu dragón, sino de saber
reconocer que existe y enfrentarlo con mi gracia y el perdón, para hacerlo cada
vez más pequeño hasta el punto de que puedas simplemente hablar con él y
entender que aunque no lo planearas así, forma parte de tu vida y de las cosas
que te integran; que no puedes cambiar el pasado pero si puedes transformar tu
presente y hacer que tu futuro valga la pena para muchos más. Tu dragón no es
tu enemigo, pues viéndolo así jamás entenderás que no se trata de derrotarlo (cosa
que simplemente es ajena a tu capacidad) sino integrarlo y así podrás vencer su
acción desordenada en ti.
-Pero ahora debes volver, ya has aprendido lo necesario
para luchar esta batalla de por vida de una forma distinta; recuerda siempre estaré
tan lejos de ti como tú mismo lo decidas. No te conviertas al igual que tantos
que ponen su fe en seres humanos capaces de errar al igual que ellos antes que
colocarla en mí, y cuando ven a esos hombres ser vencidos por sus dragones
niegan mi obrar en el legado que les dejé con la venida de mi hijo. Cambian su
fe con la facilidad que les genera lo atractivo de algo sensitivo o cualquier
cosa que les alimente la idea de poder compartir mi poder en dominar ciertos
aspectos de la naturaleza. Recuerda, mi
sacrificio de amor está a tu alcance cada día para renovar tus fuerzas,
escondido en un pedazo de pan y un sorbo de vino, inentendible para toda mente
lejana al amor, distante para toda alma incapaz de reconocer su belleza interna
y su dragón escondido. Ahora vuelve.
Y diciendo esto me tocó con sus suaves manos y
un destello de luz se hizo frente a mis ojos, dejándome caer en un extraño
vacio mientras que sentía desvanéceme en el aire.
Desperté nuevamente en el vasto lugar donde había luchado
anteriormente con mi Dragón. Ahora, la luz del sol iluminaba el cambo y podía
ver arboles en el horizonte moverse con el viento. Me sentía solo, pero
sorprendido de todo lo que había pasado; sentía que tenía aun muchas más
preguntas que hacerle a mi padre, que habían cosas que no entendí de todo lo
que me contó. Pero de pronto una gruesa voz metálica sonó detrás de mí
pronunciando mi nombre.
Al voltearme estaba de pie mi dragón ahora con la piel
blanca y sin llamas, de menor tamaño que la última vez que lo vi. Yo no sentí
temor ante su presencia sino que sonreí y como por obra de mi pensamiento
apareció en mi mano el escudo con la cruz y en la otra en vez de una espada
apareció un fuete con una cinta amarra a un extremo que decía. Toda bestia puede ser domada por el amor.
Yo me dispuse a batallar, pero el dragón soltó una metálica
risa al viento y diciendo de forma clara dijo:
-Si con un fuete esperas vencerme la vida entera se te irá
en ello.
Sonreí brevemente y con un llamado de mi corazón pude ver a
mi lado aparecer al señor “R” que saltaba de lado a lado con el chimpancé tomado
de la mano, miré al cielo y cerrando los ojos sentí la fresca brisa que se
posaba en mi rostro junto a los delicados rallos del sol. Como un susurro suave
en mi oído escuché levemente: Yo siempre
estaré contigo.
Observando a mi dragón aun sonriendo, apreté con fuerza el
fuete y mi escudo y solo me atreví a decir con gran felicidad:
Bienvenido a mi vida amigo mío.
FIN.
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